La democracia solidaria (parte I)

Alfredo Sarmiento Narváez

Retomo como punto de partida una afirmación que hice en esta misma columna en días pretéritos. La democracia colombiana si bien no se le pueda calificar de cinco sobre cinco, tampoco es una democracia que pierda el año. Con todo y sus dificultades, la democracia colombiana avanza. Ciertamente, nuestra democracia sigue siendo un propósito y anhelo perfectible, y es menester un plan deliberado para mejorarla y consolidarla. Urge evitar que nuestra democracia se vaya a ver comprometida con propuestas arrogantes, populistas y mesiánicas de ciertas izquierdas o de ciertas derechas. Urgente e importante evitar que nuestra democracia vaya a caer en las trampas de soluciones estado-céntricas a todos los problemas sociales del país o en la trampa de soluciones mercadocéntricas, agenciadas por cazadores de rentas, legales o ilegales, que evidentemente no son verdaderos generadores de riqueza económica, ni promotores del capital social, ni garantes de la sostenibilidad ambiental. Un plan de mejoramiento y consolidación de la democracia debe propender para que ésta se implemente, en primera instancia, como actitud y talante en cada persona colombiana, punto de partida que facilite su relación y encuentro con otras personas en escenarios privados, públicos y sociales, que permita asumirse como sujeto de derechos y deberes en el marco de la dinámica comunitaria. En este propósito, las familias, los contextos escolares, las diversas iglesias, los medios de comunicación y las redes sociales juegan papel determinante.

En segunda instancia, este plan de mejoramiento de la democracia colombiana debe revisar los procedimientos y los contextos donde opera la democracia. En este sentido, se debe trabajar por alcanzar las dosis necesarias de democracia representativa, de democracia directa, de democracia participativa; se debe definir con qué actores y para que fines se apela a una u otra forma de proceder democrática y en que contextos se debe aplicar la democracia como fórmula para dirimir civilizadamente los conflictos naturales de una sociedad en movimiento.

Cómo llevar las actitudes y procedimientos democráticos a nuestros hogares? a nuestros vecindarios? a nuestras escuelas? a nuestros gremios?, a nuestras universidades? a nuestros partidos políticos? a nuestras comunidades de fe?

Cómo debe ser agenciada la democracia en la sociedad civil que es el espacio natural para el trámite autónomo de diversos intereses y cómo debe ser agenciada para autoridades institucionales para tomar decisiones de política pública? Cuánto debe tener la democracia de deliberación y cuánto de proceso electoral, para qué contextos y situaciones específicas?

Las relaciones de la democracia con la libertad, la igualdad, la fraternidad, la solidaridad, el bien común y la noción de persona, será objeto de próximas entregas de esta columna.

Un mensaje final por hoy y para ello cito a Amartya Sen: ¨los problemas de la democracia no se arreglan con menos democracia, se resuelven con más democracia¨ (continuará).

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