No hay tal. Para mejorar muchas situaciones, para realizar grandes transformaciones, para modificar el sistema político, para los cambios institucionales, se necesitan nuevas normas. Válido. Pero expedidas las reglas, se requiere desarrollarlas legislativamente y luego aplicarlas, ejecutar sus contenidos.

Tenemos una Constitución nueva, de solo 22 años (la de los Estados Unidos tiene más de 200 años) y aún contiene normas que no han merecido ni una sola mirada de los legisladores.

Además, en nuestro Estatuto mayor están las prescripciones y definiciones que se necesitan para acoger, impulsar y aplicar los Acuerdos a los que llegue el gobierno con las Farc. ¿Para qué una Constituyente?

Una Asamblea de tal naturaleza tendría que convocarse e integrarse mediante una convocatoria popular. Habría que hacer elecciones universales y libres mediante el voto soberano y secreto de los ciudadanos de Colombia.

Verificadas con transparencia electoral, como debe ser, nadie sabría anticipadamente cuál sería el resultado.

Podría ser una Constituyente progresista y amiga de los acuerdos o una Corporación de mayoría conservadurista y enemiga de los acuerdos. Como dijo Navarro Wolf, una nueva Constituyente podría resultar siendo una caja de Pandora.

Es entendible que las Farc pidan la participación ciudadana. A todos interesa. Además, deben tener la prevención de que no se cumplan los acuerdos. Que se les amarre conejo. De aquí para allá pasa lo mismo. De suerte que a todos conviene la participación ciudadana, a título de refrendación.

Se entiende que el presidente Santos se oponga a la Constituyente, pero acepta que se acuda a uno de los mecanismos constitucionales de participación para la ratificación de lo que se convenga.

Podría ser un referendo aprobatorio. Me parece la fórmula apropiada.