Las caras del secuestro

Con el exprocurador Jaime Bernal como miembros de la Comisión de Facilitación, participamos en las diligencias que se realizaron para recibir del ELN a los ciudadanos alemanes secuestrados.

El Comité Internacional de la Cruz Roja coordinó logística y actividades. Colaboraron eficazmente funcionarios de la Presidencia, de la Oficina del Comisionado de Paz, un ciudadano de la región, el Ejército y la Policía. Todo terminó exitosamente.

Más que referir detalles de las actividades previas y de la forma como se cumplió la operación de rescate, resulta provechoso hacer algunos comentarios sobre el tema del secuestro y las razones por las cuales los colombianos y los extranjeros que nos visitan estamos sometidos a esta práctica indeseable.

El secuestro es un verdadero flagelo, una acción deplorable, delincuencial claro, pero más que ello, mucho más, un atentado contra la dignidad humana. El secuestrado es una especie de muerto en vida, sin libertad, sin capacidad de reclamar, impotente ante el atropello, sometido por la fuerza, sin oportunidad de replicar, de razonar, de comunicarse, por decirlo de alguna manera, sin poder ejercer la condición de persona.

Esa abominable actividad la practican las guerrillas, el paramilitarismo, la delincuencia común. En una época fuimos el país con más secuestros del mundo. Ha disminuido. Las Farc se han comprometido a no hacer secuestros extorsivos y ojalá hagan lo mismo los elenos. La paz con estas dos agrupaciones subversivas le traería gran tranquilidad al país.

He leído los libros de los secuestrados y muchas veces les he oído personalmente sus comentarios. Angustia, resentimiento, enfermedad, aislamiento, humillaciones, confusiones a veces, desespero, esperanza también, sueños de libertad y el miedo a la muerte ante la incertidumbre de perecer en un rescate o ser ejecutados.

Quienes recibimos a los alemanes en un sitio inhóspito de la cordillera oriental fuimos testigos de una transformación esencial.

Cuando nos los entregó la guerrilla, mientras la médica del Cicr los examinaba, los vimos callados, pálidos, tímidos, prevenidos, pensativos, mirando con anhelo el helicóptero próximo a partir. No se veían enfermos pero nos parecieron avejentados y tristes.

Cuatro horas después, luego de parar en Ocaña donde se les brindó atención, fueron recibidos en Bogotá por una importante delegación alemana presidida por el Embajador. Estaban alegres, sonrientes, animados, con 20 años menos en sus rostros. Lo que puede la libertad. 

Credito
HORACIO SERPA

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