Santos, alabado y perseguido

Horacio Serpa

En Colombia muchos se dedicaron a las guerras. Las declararon, las lucharon, las ganaron o las perdieron, en un ejercicio que lleva dos siglos de muertes, ignominia y pobreza. De todos los que en ellas participaron, de todas y todos los que las vivieron y las sufrieron, los únicos que valen la pena, los únicos que el pueblo recuerda, son los que trataron de hacer la paz y buscaron maneras de lograr convivencia. Como en el mundo entero, aquí también se aprecia y respeta más a “las palomas” que a “los halcones”.

En nuestro país el hombre de la paz es Juan Manuel Santos. Aun cuando a muchos les duela, será Presidente de la República hasta el 7 de agosto de 2018. También en el mundo el Presidente Santos es el hombre de la paz, por lo que le concedieron el Premio Nobel.

El Partido Liberal recibió hace tres semanas a 354 líderes políticos progresistas del mundo, quienes vinieron desde 104 países a congratular a los colombianos por los adelantos logrados en la búsqueda de nuestra paz interna. Escucharon a Santos alelados y cuando terminó el discurso lo aplaudieron, de pie, durante cuatro minutos. Fue un espectáculo emocionante en el Centro de Convenciones de Cartagena.

El mundo entero aclama a Colombia y al Presidente Santos. La ONU, la OEA, Unasur, la Unión Europea, el Parlamento Africano, los Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Japón, Rusia, todas las naciones del orbe. Es maravilloso. También Su Santidad el Papa, universidades, intelectuales, deportistas, actores y actrices, el mundo Islámico, todos ven en lo nuestro un ejemplo extraordinario de convivencia.

En Colombia, sin embargo, hay sectores que por política, por egoísmo o por miopía desconocen la obra colosal que en beneficio de todos nuestros compatriotas está construyendo, ladrillo a ladrillo, el Presidente Nobel.

¡Increíble e injusto! No solo lo desconocen en su dimensión nacional e internacional, sino que lo critican por todo, lo insultan, le faltan al respeto con una estulticia sin límites. Son radicales, obcecados, sistemáticos en la diatriba, ciegos en extremo porque no quieren ver lo que, además de la paz, se ha logrado en el actual gobierno. Ha sido bastante, en medio de las miserias, los desajustes y la corrupción que nos han azotado en las últimas décadas, como consecuencia de la guerra que se está acabando.

“No hay peor cuña que la del mismo palo”. Cuña inmerecida, cuña injusta, cuña desalmada, proveniente no solo de la política, sino de los medios de comunicación, de los empresarios, de los que, para no comprometerse, con cobardía se autodenominan neutrales, imparciales o independientes.

La hipocresía nos carcome, la envidia y la falta de carácter. Entre la guerra y la paz no puede existir neutralidad. Se está por la muerte o por la vida, entre la democracia y el autoritarismo, con la equidad o la discriminación. Quiérase que no, Santos encarna la vida, la democracia, la equidad y la paz.

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