Lo que Francisco expreso en EE.UU. y cayó en Cuba (Primera parte)

Robert Shaves Ford

El capitalismo ha sido el único sistema de la historia en el cual la riqueza no se adquiere mediante el saqueo, sino mediante la producción; no por la fuerza, sino por el comercio; y el único que ha defendido el derecho de los hombres a su propia mente, a su trabajo, a sí mismos.

El pensamiento puede ser discutido pero no puede ser descartado en su totalidad. Sobre todo porque es cierto que los sistemas económicos e institucionales premodernos sólo pudieron construir riqueza saqueando, forzando y apropiándose de la libertad de las personas; mientras que el intento pos-capitalista que significó el marxismo fracasó en la creación de crecimiento económico sostenido y, lejos de eliminar el Estado como prometía Marx, creó el Leviatán del totalitarismo.

A su paso por Estados Unidos, el Papa expresó en gestos su aversión al capitalismo, ya planteada en las reflexiones de la encíclica “Laudatu si”. En rigor, el anticapitalismo está en los genes de la Iglesia. El anticapitalismo católico es premoderno.

Sobre el pensamiento social, económico y político de la Iglesia siempre gravitó una nostalgia medieval. Esa nostalgia implica cuestionar todo poder que se coloque por sobre la autoridad eclesiástica. Es en la teología católica donde deben inspirarse las leyes, la educación y la organización de la sociedad.

Francisco no apoya el régimen de partido único y la exclusión y persecución de toda disidencia. Pero en Cuba no hubo gestos ni mensajes explícitos a favor de los excluidos, silenciados y perseguidos por su posición contraria al régimen.

Se lo hicieron notar los periodistas en el avión que lo trasladó a Washington.

Sin embargo, en Estados Unidos hubo reuniones que implicaron gestos explícitos contra el sistema económico que tiene a ese país como principal emblema y bastión en el mundo. Reunirse con “homeless” implicó, por un lado, el acto cristiano de acercarse al marginal, pero por otro, el acto de señalar la secreción de marginalidad que produce el sistema al cual el Papa anatematiza. A la iglesia Católica nunca le gustó Malthus, siempre prefirió proclamar que la pildora era pecado y el condón re-pecado. Si no hubiera sido por la innovacion y la tecnología del capitalismo, esos “homeless” serian cientos de centurias.

En Cuba, la marginalidad extrema se da, sobre todo, en la política. Por eso vale preguntarse por qué se acercó a los marginados de un sistema y no a los marginados del otro. Lo criticable no es lo que hizo en Estados Unidos, sino lo que no hizo en Cuba. Es fácil cuestionar al capitalismo, reunirse con “homeless” o lo que fuere en un país que, entre sus falencias, no tiene precisamente la de limitar la expresión en los niveles de los países gobernados por partidos comunistas.

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