El Nuevo Monje Negro

Robert Shaves Ford

Viktor Orban es, sin duda, el líder político más despreciado de Europa en este momento. A los 52 años -después de una década en el poder, en dos períodos alternados, el Primer Ministro húngaro actúa como si fuera el perro guardián encargado de defender las puertas del Viejo Continente. Incluso está orgulloso de concentrar el desprecio de quienes le reprochan el comportamiento -cruel, arbitrario y humillante- que sostiene con los migrantes que huyen de los conflictos de Oriente Medio.

Uno de los países que más sufrieron la represión comunista decidió erigir una doble barrera de alambres de púas de 175 km de longitud a lo largo de la frontera con Serbia. El episodio no es insignificante, pues se trata de la primera valla de separación erigida en Europa después de la caída del Muro de Berlín y que -con cierta lógica- fue bautizada como la “nueva cortina de hierro”.

Con un nuevo arsenal jurídico, inspirado de las leyes comunistas, el Gobierno pretende aliviar la presión migratoria que registra desde hace meses. En total, más de 160.000 refugiados entraron al país a través de la frontera serbia desde principios de febrero, pero ninguno quiere quedarse en ese país que los desprecia, los maltrata, los humilla, los margina y los agrede.

La razón es que esos refugiados, “mayoritariamente musulmanes”, constituyen una “amenaza para la identidad cristiana de Europa”.

“No queremos que nuestros hijos vivan en un califato”, declaró Antal Rogan, jefe del Fidesz, el partido de Viktor Orban. Esa frase aludió a la convicción de que, entre los migrantes, hay numerosos “islamistas infiltrados” La ponzoña que destila el régimen de Orban contagió inclusive a una parte de la jerarquía católica del país, que se sumó a la cruzada. “No es una crisis humanitaria. No son refugiados. ¡Es una invasión!”, proclamó monseñor Laszlo Kiss-Rigó, obispo de Szeged, en respuesta a la propuesta del Papa de que cada parroquia católica de Europa reciba a una familia de migrantes.

Polonia, la República Checa y Eslovaquia anunciaron que -a despecho de las cuotas atribuidas por la UE- sólo aceptarán 200 refugiados cada uno y “a condición de que sean cristianos”.

Esa “invasión musulmana” es el mejor pretexto que podía encontrar para galvanizar a una opinión pública que en 2014 le acordó la mayoría en el Parlamento, pero que ahora comienza a mirar con inquietud su comportamiento totalitario y sus experiencias poco ortodoxas en materia económica.

Críticas. Sus adversarios lo comparan a veces con el expresidente venezolano Hugo Chávez por su antiliberalismo, otras con el líder ruso Vladimir Putin por su autoritarismo.

Su ideología es más parecida a la de Marine Le Pen que a la de Angela Merkel. Pese a todo, la UE lo tolera.

Crítico acerbo de la democracia liberal, sus modelos favoritos son los gobernantes conservadores, pero sobre todo nacionalistas, autoritarios y en malas relaciones con la UE, como Vladimir Putin o el turco Recep Tayyip Erdogan.El “Nuevo Monje” se olvidó muy pronto de cuando los rusos los arrodillaron y los metieron en una “cortina de hierro”.

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