¿Todo por la paz?

¿Es la paz el bien supremo a cuyo logro deben sacrificarse todos los demás bienes subalternos como parece entender nuestro fiscal Eduardo Montealegre? Interrogante difícil de responder.

Tendríamos que considerar en primer lugar qué es la paz y cuáles son los caminos para construirla. Porque no podemos confundirla con un estado de apaciguamiento o de armisticio.  

No por salirme por la tangente, opino que no hay un Bien Supremo al que deban sacrificarse los demás bienes, sino un conjunto de bienes interrelacionados de tal manera que sólo pueden realizarse de manera conjunta y por lo tanto no pueden sacrificarse unos por los otros. Por ejemplo, no puede sacrificarse el deber a la vida, la justicia a la verdad, la libertad a la dignidad, la honestidad a la tranquilidad. Por lo tanto no todo puede sacrificarse por la paz. Sería un engaño.

No puede haber paz sin justicia y sin respeto a los derechos humanos, a los valores de convivencia y a las instituciones democráticamente establecidas para lograrla. 

No puede aceptarse el ejercicio de la actividad política por parte de grupos armados. Estos deben ser combatidos sin tregua por las autoridades. 

No pueden amnistiarse los delitos comunes y de lesa humanidad. 

Sólo por medio de los votos y siguiendo los caminos establecidos, se puede acceder a los puestos políticos. El simple uso de las armas o el haber pertenecido a tales grupos o el haber sido víctimas de ellos, no puede generar derechos o favorecimientos políticos; en este campo sólo tienen derecho a seguridad en el ejercicio de la política e igualdad de condiciones con los demás contrincantes. Las instituciones políticas no son negociables. 

El acceso a la propiedad no puede lograrse por medio de la fuerza, la amenaza. Todos los bienes así adquiridos deben ser devueltos a quienes les pertenecen legítimamente. No puede lograrse la paz sin una justicia suficiente. No se trata necesariamente de una justicia vindicativa, sino restaurativa y reparativa. El delito, sea común o sea político, debe repararse y pagarse en forma proporcionada. A los delincuentes, aún a los políticos, debe exigírseles pues una completa confesión de sus delitos. Tales condiciones son difíciles, pero no imposibles de lograrse. 

Credito
REINALDO SUÁREZ DÍAZ

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