Mujeres, violencia y patriarcado

El mundo binario en que vivimos de hombre/mujer, malo/bueno, fea/bonita, mujer licenciosa/santa, femenino/masculino, heterosexual/homosexual, ha condenado a ciertos roles específicos tanto a hombres como a mujeres, donde los unos son formados para representar la autoridad, la fuerza, la economía, etc. Y las otras, sobre quienes escribo este artículo, hemos sido destinadas a ser frágiles, suaves, sumisas, dulces, fuente de reproducción, vírgenes o lolitas, pero sobre todo, bonitas.

Este imperativo de bonita ha llevado a que las mujeres nos convirtamos en objetos de deseo, nuestro cuerpo mercancía que se puede vender al mejor postor, trofeo para el que tenga “más para ofrecer…” o el que parezca tener “mejor futuro”. El ser “bonita” se ha convertido en el mayor valor que pueda tener la mujer. La sociedad y los medios no se alejan mucho de este discurso, al contrario parecen legitimarlo a través de sus prácticas, consumos y productos culturales.

Los reinados de belleza donde el ser “lindas, dulces y elegantes” constituye la clave del éxito, los disfraces de princesas de las películas de Disney donde las doncellas esperan a su príncipe azul para que les cambie la vida, los comerciales con detergentes, electrodomésticos y productos para el hogar en los que las mujeres son las protagonistas como si los hombres hubieran nacido impedidos para estos roles, las películas de ciencia ficción donde los superhéroes o fuertes hombres salvan a “su chica”, las telenovelas y series colombianas donde las mujeres somos encarnadas sólo en forma de prostitutas, prepagos, modelos, feas susceptibles de convertirnos en “lindas”, mujeres subordinadas al capricho y futuro de los hombres, son discursos que nos siguen reafirmando como una sociedad machista, patriarcal y perjudicial para el ser mujeres.

Las altas cifras de maltrato, de feminicidios y de abuso sexual en nuestro país, a mitad de 2013 iban en más de 514 mujeres asesinadas, según el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, casos como el de Rosa Elvira Celi la mujer empalada en el Parque Nacional en Bogotá, la porrista de Millonarios abusada y asesinada en diciembre, el caso de abuso contra una joven en Andrés Carne de Res y su dueño diciendo “… a qué está jugando una niña que llega en minifalda”, el testimonio de dos niñas subastadas en el centro de Medellín registrado en una revista nacional por Catalina Ruiz Navarro, los ataques con ácido a mujeres por parte de sus excompañeros sentimentales, la muerte de muchas mujeres en Colombia a manos de sus parejas, son el resultado de toda la basura que consumimos en los medios masivos y que reproducimos en nuestra vida cotidiana.

Hago una invitación a que las mujeres nos apropiemos de nuestra vida, nuestros cuerpos, decisiones y futuro, a que defendamos nuestra particularidad y nuestras múltiples maneras de ser mujeres más allá de la belleza y los estándares de la actual sociedad.

Credito
CAROLINA TRIANA

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