Voto en blanco una opción en conciencia

Son demasiados los colombianos que a escasos seis días de las elecciones presidenciales de ‘segunda vuelta’ tienen dudas acerca de quién es el candidato por el cual deben votar en conciencia.

Todos ellos deberían votar en blanco y no decidir algo tan importante, como la suerte de su propio país, mediante un ‘carisellazo’, ni tampoco dejarse persuadir por los opinadores de siempre o por las manipulaciones emocionales de sus amigos y relacionados.

Si en este momento quien lee esta columna está en esa situación, no debería dudarlo: su conciencia está diciéndole con claridad que no debe tomar partido por ninguno de los candidatos, pero sí cumplir con la democracia, sugiriendo un profundo cambio de rumbo democrático en los próximos años.

A sabiendas de lo que está en juego, muchas personas interesadas en que gane uno u otro candidato están dedicadas a estigmatizar esta opción, a calificar con todo tipo de improperios a quienes manifiestan su intención de votar en blanco. No nos dejemos manipular.

Ante las evidentes contradicciones de grandes intelectuales, la única decisión racional, ante un empate de argumentos a favor y en contra de cualquiera de los candidatos, está bloqueada.

Esta no es nuestra culpa: es la consecuencia de los errores de los partidos políticos que promueven estas candidaturas, o de los desaciertos de ambos candidatos, que nadie puede negar.

Quizás desde los tristes años de la violencia en Colombia, documentada en el libro clásico de Orlando Fals Borda, Monseñor Germán Guzmán y Eduardo Umaña Luna, no habíamos visto tanta y tan irresponsable beligerancia política. Los campos del Norte del Valle y del Tolima se tiñeron de rojo hace sesenta años, por cuenta de uno de los mayores genocidios de América Latina, gracias a los dos partidos tradicionales de Colombia, que hoy se ven representados en esquinas vociferantemente opuestas en esta campaña.

Si en esa época la gente del Tolima Grande, del antiguo Estado Soberano del Cauca, de los Llanos Orientales y los Santanderes hubiera tomado la posición ética de decirles a sus dirigentes con claridad no estamos ni con unos ni con otros, quizá el terror de las Farc nunca hubiera habría encontrado un terreno tan abonado para las venganzas más espantosas. No repitamos este error histórico. Aprendamos algo de la forma ‘no violenta’ de impulsar los cambios sociales de fondo que nos dejó Gandhi de legado.

Estoy convencido de que ni Colombia va a hundirse, como vaticinan unos y otros con el triunfo del candidato opositor, ni tampoco que vamos a dar ‘el gran salto adelante’ con sus respectivas victorias.

No nos dejemos confundir de quienes pretenden obligarnos a escoger “entre el sida y la hepatitis B”.

Credito
GEORGE WALLIS

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