Ibagué y los procesos culturales

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La semana pasada estuvo llena de cultura regional. En el marco de ‘Ibagué en Flor’, se abrió el espacio del Centro literario, iniciativa promisoria de mejores bachilleres en la región. También se llevó a cabo el IX Encuentro Nacional de Escuelas de Teatro, que puso a pensar a los universitarios del Tolima.

En este mundo acelerado, en el que la mitad de la gente se preocupa tan solo de aquello que representa dinero o la capacidad para generarlo, que llamamos competitividad, hablar de cultura no parece interesante; pero si la mitad piensa esto, cerca de la otra mitad espera noticias hedonistas o de consagrado humor light.

Sin embargo, la cultura es una herramienta de progreso colectivo, cuando su impacto es suficientemente fuerte en el individuo. A mi edad, y ya no me cuezo en dos aguas, he visto el ascenso de mucha gente destacada, aún con orígenes humildes, gracias a su acervo cultural que le abrió todas las puertas. Para no despertar suspicacias, los ejemplos históricos me remiten a Marco Fidel Suárez o a Belisario Betancur.

Por supuesto, y todos conocemos más de un ejemplo, hay muchas otras personas que han triunfado en la vida a su manera: haciendo plata, con muy poco barniz cultural. Estas personas encuentran una relativa posición en la sociedad, en la cual ya no son pobres.

Pero tampoco hacen parte de la élite social, del grupo de gente rica al cual buscan de forma denodada pertenecer. Son pobres con plata, el peor escenario para una sociedad democrática como la que deseamos construir y a veces terminan extraditados o muertos en cualquier tejado.

Si todos los bachilleres tolimenses supieran manejar bien el idioma castellano; si los ‘pobres’ del Tolima pudieran referirse al teatro, la literatura y las bellas artes, no serían nunca tan pobres; si los ‘pobres’ del Tolima pudieran defenderse en un inglés aceptable en sus intervenciones públicas -ya que el inglés se mete hasta en la sopa de Mafalda en el mundo de hoy- o en sus chats con muchachos estrato Cinco de Bogotá, ya no seríamos tan pobres.

La sociedad tendría, en principio, diferencias económicas y de bienes materiales, pero seríamos un conglomerado humano más igualitario, a la manera de las sociedades nórdicas de Europa, los japoneses o, si se quiere otro ejemplo más cercano, los chilenos.

Utopía, quizá. Pero no estoy confundiendo cultura con ilustración, a la manera de Hitler. Solo nos redimiría socialmente la formación de valores nacida de reflexiones culturales, con una buena mezcla de ética universal.

Impulsemos una revolución cultural con una base de autoestima nacida del aprecio por nuestra idiosincrasia vernácula. La cultura universal que propongo requiere de emprendimientos vernáculos como el Festival Folclórico Colombiano y el respeto de los valores de nuestra cultura Pijao también.

Credito
GEORGE WALLIS

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