Petro y la sociedad pretoriana del apartheid en Bogotá

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Casi cada vez que el alcalde de ‘Petrópolis’, lanza un proyecto social produce en la opinión pública el efecto de un atentado terrorista. Esto pasó con el POT, con el tema de las basuras y con los centros de atención de drogadictos, entre otros.

No es de extrañar entonces que un columnista tan independiente del establecimiento como Vladdo, haya iniciado así la siguiente carta abierta: “Doctor Gustavo Petro, su propuesta de construir cerca de 400 viviendas de interés prioritario en zonas de estratos 5 y 6 de Bogotá fue la gota que faltaba para colmar la copa de mi comprensión”...

Coincido con Vladdo en que Petro es un político incomprensible, por lo menos desde el racionalismo cartesiano o desde la ortodoxia de la planificación pública. Tampoco se entiende desde la sensatez política de quienes buscan cambios profundos pero no violentos.

El estadista que pudo ser nunca lo será, como sugiere Vladdo, pero tampoco allana el camino para el fortalecimiento de una izquierda moderna y eficaz.

Petro, es cierto, nos aleja cada vez más de las políticas y los resultados de los gobiernos de izquierda de Chile, de Ecuador e incluso de Brasil. No me atrevo a compararlo con la izquierda que ha gobernado con sensatez países europeos con los mejores indicadores sociales.

Pero, aunque dudo que el malogrado estadista logre en adelante convencer a una mayoría democrática suficiente para ser presidente, nos conviene entender de alguna forma su mentalidad. Así podremos comprender con claridad a una multitud de seguidores que al parecer lo apoyan fervientemente. Muchos de ellos quizás incluso sienten el mismo regocijo que podrían sentir las víctimas reivindicadas por un demente justiciero social. Por qué, por qué, por qué -pregunto yo.

Así le falte toda la capacidad gerencial, Petro lanza ideas y proyectos nacidos al parecer del fondo de su corazón, quizás de su muy dolido corazón. El alcalde es la representación viva de una Colombia que ha estado indignada contra el establecimiento desde el 9 de abril de 1948, por poner una fecha cercana.

En el caso de la aparentemente estrambótica propuesta ‘desestratificadora’, lo que hay de fondo es una declaración de guerra al apartheid social construido por las clases altas bogotanas, desde cuando murió Gaitán. La Bogotá de barrios impecables, centros comerciales de calidad mundial y clubes exquisitos. La Bogotá de mimosas en los week-end, de vacaciones en París y affaires en Miami.

La Bogotá que no puede vivir sin los pobres, tal como ocurría en la Suráfrica blanca con los negros, pero viviendo bien lejos de ellos.

Petro, permítanme insistir, nunca será una solución a lo Mandela, pero quizás inspire a un político menos irracional a traer un poco de la moderna Pretoria a Bogotá.

Credito
GEORGE WALLIS

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