Retozos democráticos

George Wallis

Colombia es un país de regiones y lo que sucede allá nos afecta acá, pero lo mismo ocurre en sentido contrario. Antenoche el Presidente Santos, guiado por el clamor público sobre el bipolar proceso de paz que ha sido desenmascarado en estas mismas páginas del NUEVO DÍA, se dirigió al país. El Presidente dio un plazo de 4 meses para demostrar avances que justifiquen seguir negociando.

Mientras tanto, en las ardientes tierras del sur del Tolima, en San Luis, reaparecen las amenazas paramilitares. En ese llamado ‘Rincón de Contreras’, los campesinos se resisten a que su himno se vuelva letra muerta: “Todos tus hijos te cantan este himno de puro amor...” –repiten con entusiasmo los escolares, mientras se denuncia la incursión del tenebroso ‘Comando Militar Central Pijaos Nueva Generación’ (‘AUC- reloaded’).

Cerca de allí, en Gaitania, se recuerda en medio de cierta paz, la alternativa al conflicto. Sí, en este lugar de Planadas desde hace 19 años cesaron las hostilidades entre la guerrilla y las autodefensas.

Para refrescar la memoria sobre Gaitania, antes de 1996 estas tierras se tiñeron de sangre por cuenta de la matanza desmedida de indígenas a manos de las Farc. La guerrilla les declaró la guerra en 1964, acusándolos de haber participado como guías del Ejército durante la operación Marquetalia.

A José Aquilino Paya, su abuelo le enseñó a defenderse con una escopeta de fisto y a los 17 ya patrullaba. Los militares les daban leche, panela, café y salchichas –relata en una crónica periodística.

En 1994 llegó a Planadas Jerónimo Galeano, quien fuera la mano derecha de Alfonso Cano. Este guerrillero, promovió unos diálogos de paz, según recuerda Virgilio López, exgobernador del cabildo. López fue entonces de casa en casa, hasta lograr convencerlos a todos. Después de un año de diálogos, la paz comenzó a ser realidad.

Pero no solo en las veredas del departamento se juega la paz futura. En Ibagué, Guillermo Alfonso Jaramillo dice luchar contra el continuismo y asegura que barrerá ‘las ratas de la corrupción’. También propone a otros candidatos de manos limpias, como Ricardo Ferro de ‘Firmes por Ibagué’, una consulta unificadora para enfrentar la maquinaria oficial.

Pero Ferro se resiste y acusa a Jaramillo de ‘irrespetuoso’ por no reconocer su trabajo político. Ferro y otros ciudadanos de buena fe pueden terminar afianzando un sistema que no va a alimentar la paz ni aquí, ni en la mesa de La Habana.

A la misma hora, Johanna Rodríguez teme por la vida de su madre, tras el anuncio del cierre de la Clínica Minerva, donde iban a operarla. La corrupción del sistema de salud y una democracia pestilente amenazan su propia vida y la vida futura del posible proceso de paz.

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