ISIS y un nuevo orden mundial

George Wallis

Tras involucrarse China en la guerra contra Isis, entiende uno que algunos piensen que arrancó la Tercera Guerra Mundial. Otros replican que no es así, que simplemente es una guerra donde están inmersas las ‘grandes potencias’. Tal vez tienen razón los últimos, pues no es una guerra que divida al mundo en dos grandes bandos, como quisiera Isis. Sin embargo, sí se está definiendo la suerte de la humanidad en esta guerra de origen regional, como insinuó el Papa.

Por primera vez las grandes potencias combaten en el mismo territorio. Pero esta vez, dichas potencias parecen de acuerdo en defender un interés común: la civilización moderna amenazada por el fundamentalismo.

El Estado Islámico ha movilizado a todos en su contra, al amenazar a medio mundo. Amenazas a: Europa, los Estados Unidos, el catolicismo hoy representado por un papa latinoamericano, los rusos, los musulmanes no sunitas, y los mismos sunitas no radicales; solo faltaba amenazar a China, con su apoyo a separatistas chinos musulmanes, los uigures.

El mundo debe escoger, y ningún ciudadano de este planeta debe ser ajeno a esta reflexión, ni siquiera en el más apartado rincón del Tolima. Estamos entre la tolerancia y la intransigencia ideológica llevada al extremo. Algo similar ocurrió hace 70 años entre los seguidores del eje nazismo-fascismo -que había decidido exterminar a los judíos, los gitanos y seguramente, más adelante, todo lo que no fuera ario-, y los defensores de las llamadas democracias occidentales, incluida Colombia.

El gran peligro de esta confrontación, y así lo ven casi todos los think-tankdel mundo, es convertirla en una guerra entre cristianismo e islamismo. Eso buscan los dementes terroristas y también algunos de nuestros propios compatriotas de ultraderecha. Los ataques contra Isis no deben golpear a los musulmanes en general, a una cultura que no es la nuestra, cristiana, pero que ya está inseparablemente unida a nosotros en todo el mundo; al respecto, la tradición árabe en Latinoamérica, en Colombia en particular, es tan innegable como lo es en el corazón actual de Europa. Si esto ocurre, estaríamos haciendo realidad las peores pesadillas de Oriana Fallaci o de Samuel Huntington (Huntington ha propuesto, además, que Occidente abandone ‘el universalismo democrático y el intervencionismo’).

El orden mundial está cambiando: ya nadie cree en la inocencia de los Estados Unidos como causante de esta guerra, aunque haga parte de la coalición contra Isis. Tampoco aplaudimos más la Europa de falsa conciencia social, cuando vemos que ha sido atacada por sus propios hijos (alguna razón habrá). El nuevo líder, y despierta muchas inquietudes entre los defensores de la democracia universal, es Vladimir Putin. Pero también, Dios lo ilumine, Francisco el conciliador, que esta semana expondrá su vida en África Central.

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