Asumieron esta labor en tiempos en que concibieron la idea de ser dueños del mundo; la era del eurocentrismo, que preconizaba que Europa era el centro de todo y que, por tanto, los paÃses de ese continente estaban llamados a conquistar a todos los demás, para civilizarlos.
Bajo esta forma de pensar, tiraron al traste las ideas de igualdad propias de la ilustración que propalaban a diestra y siniestra, e impusieron su veloz conquista sobre gran parte de los paÃses africanos de Norte a Sur a finales del siglo XIX, utilizando la ventaja de su poderÃo armamentÃstico, sin ver en los pobladores de este gran continente a sus vecinos de hemisferio, ni hacerlos sujetos de ninguna forma de respeto, por su cultura, su organización social y tradiciones. Por el contrario, rápidamente los sometieron y se llevaron el oro, los diamantes y demás metales preciosos, el petróleo y las riquezas que se encontraron a su paso.
Al mismo tiempo, como creÃan que la única cultura válida era la suya, promocionaron a Europa como la sucursal del paraÃso, y desarrollaron en su territorio grandes economÃas y sociedades de alto bienestar, en buena parte con lo traÃdo del Ãfrica; además, se llevaron a muchos africanos a trabajar en oficios de baja catalogación, como jardinerÃa, construcción labores domésticas, etc. Estos nuevos visitantes pasaron toda su vida en sus nuevos paÃses y procrearon en ellos. Hoy los jóvenes descendientes africanos, de tercera y cuarta generación, asà sean tratados con discriminación, se sienten propios de los paÃses europeos en que vivieron sus padres y abuelos, que es la misma tierra que ellos conocen y en la que irremediablemente continuarán.
Las revueltas que hace algún tiempo debió soportar ParÃs, con resultados de destrucción por doquier y exigencias extremas de inclusión social, por parte de estas minorÃas de franceses de color, residentes en los suburbios, con servicios sociales y posibilidades de realización limitadas frente a los demás, pero al fin y al cabo franceses, no son más que la destorcida de este proceso histórico.
Un dolor de cabeza similar es el que hoy están soportando los ingleses con su capital, Londres, cuyas calles se vienen contaminando del desorden y pillaje que producen estas personas inmersas en un ambiente de exclusión. Estas protestas además se refuerzan con los ánimos exaltados de otros ciudadanos indignados con su situación, que también han decidido hacerse sentir por las vÃas de hecho.
Algunos pensadores creen que este tipo de conflictos, provocados por minorÃas o hasta por importantes sectores de población, reclamando inserción social y trato equitativo, serán un común denominador para los próximos años en muchos lugares del mundo, y que la atención a este tipo de deudas sociales, presentes en casi todos los paÃses, serán un elemento vital en el cual se debe basar el nuevo orden mundial, que surgirá ahora que están entrando en crisis el neoliberalismo y las socialdemocracias. Se requiere, por tanto, combinar y reforzar todas las formas de cooperación posibles, para mantener un orden con equidad, sobre todo en paÃses débiles y conflictivos como los del Ãfrica actual.
Los desórdenes que vienen ocurriendo en Londres no son meros brotes de desadaptados; estos hechos corresponden a la desembocadura de una serie de sucesos históricos protagonizados por varios de los países europeos, cuando acometieron el proyecto de llegar al África y hacerse a toda la riqueza minera y de muchos orígenes existente en este vasto continente.
Credito
PEDRO LUIS ZAMBRANO C.
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