Calamidades climáticas a la orden

Las huellas del anterior ciclo de invierno aún permanecen, es poco lo que han hecho los responsables, para mitigar los efectos de esta situación que afectó a millares de colombianos que perdieron sus predios, viviendas, enseres, y no pocos quedaron en la calle después de esta arremetida de la naturaleza.

Se puede decir que como van las cosas, muchas de las consecuencias que padecieron tantas familias, estarían en curso de olvido, pese a los planes de emergencia y buenas intenciones que ha mostrado el gobierno. A tal término llegan las preocupaciones por las demoras en las obras curativas y preventivas, que el mismo Presidente ha mostrado públicamente su incomodidad por tanta lentitud, y ha instado a todos los organismos con responsabilidades en este aspecto a que actúen con rapidez.

Transcurridos más de seis meses de la primera arremetida invernal, los reforzamientos y construcciones de jarillones están sin ejecutarse, muchas vías fuertemente afectadas siguen lo mismo o apenas han recibido incipientes remiendos, miles de soluciones de viviendas destruidas no se han producido, e igual ocurre con las obras de drenaje y dragados, para citar solo algunas soluciones frustradas.
Pero ya está a la vista de todos la siguiente temporada de altas precipitacions, que debe venir a partir de septiembre del presente año, según el Director del IDEAM, complicándose así aún más las cosas, puesto que el rigor de un invierno crudo produce afectaciones en la salud, en las viviendas, en las vías de comunicación y en  la producción, sobre todo de alimentos; este último elemento trae a su vez alzas inusitadas en el costo de vida de los colombianos. Y todo lo anterior se agrava, puesto que llegará otro invierno, cuando los ecosistemas aún están frágiles por los efectos no superados del anterior, y sin que se hayan realizado los trabajos de mitigación y prevención necesarios.

Todo lo anterior sigue evidenciando la necesidad de un sistema integral poderoso,  fortalecer la institucionalidad nacional y territorial, para afrontar las calamidades producidas por los fenómenos de la naturaleza, con organismos integrados a alto nivel, dotados con un presupuesto fuerte, con herramientas de contratación y gestión igualmente eficientes. Estos organismos deberán contar con la autoridad suficiente para asumir esta gran responsabilidad, que se convertirá en el futuro en un tema prioritario, por la permanencia y la gravedad de las tragedias del clima, que seguirán afectando al país.

Las circunstancias que están ocurriendo con los reiterados ciclos de lluvia entran a cuestionar el modelo actual para atender las emergencias, por que los fondos creados para solucionarlas, entre ellos el de calamidades y el de adaptación, han resultado insuficientes para superar el ingente problema, y ni pensar de la ineficaz actuación de las corporaciones autónomas.

Pero también se manifiesta con claridad la mezcla de ineficiencias entre el trabajo de las instituciones nacionales y locales, encargadas ahora de abordar las emergencias, que duplican los mismos esfuerzos sobre los mismos afectados, en lugar de coordinar acciones y complementar su gestión. Además, se desarrollan unos lentos y medrosos procesos de contratación para las obras, que terminan haciendo imposible alcanzar las metas de recuperación y prevención. De este modo, el cambio climático y sus inherentes tragedias, se estará convirtiendo en el nuevo gran talón de Akiles, que se unirá a la violencia, la deuda social insoluta y la corrupción, para hacer de esta nación una sociedad que no se consolida, no por que carezca de riquezas, sino porque los grandes males que la agobian no encuentran las respuestas políticas e institucionales acertadas para su superación.

Credito
PEDRO LUIS ZAMBRANO CÁRDENAS

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