Los rebrotes de una vieja ilusión

Siempre que dos contendores se hacen muy prolongados en sus ofensas y ambos advierten, que aún con el paso del tiempo, no se podrán destruir el uno al otro,

sino que la continuación indefinida de las hostilidades, simplemente los llevará a una guerra de desgaste, terminan buscando los medios para conciliar las diferencias.

Esto de algún modo es lo que sucede con el conflicto colombiano. Cuando parece que el conflicto va a continuar indefinidamente, son los gestos unilaterales los que van mostrando, así sea desde lo más lejano del paisaje, la posibilidad de dar un viraje a la confrontación.


Es realmente en este estado, cuando ciertos hechos de uno de los combatientes, provocan buenos comentarios en el otro, y se van dando los visos que gradualmente abren el camino al diálogo entre las partes. Este parece ser otro de los momentos de la confrontación en que un acto de las Farc, como es la libertad de los 10 uniformados, causa una buena impresión en el Gobierno.


Este hecho quedó claro en las palabras del Presidente de la República, quien afirmó después de esta liberación, que estuvo precedida de los anuncios del abandono de la abominable práctica del secuestro: “Felicitamos de corazón a sus familias, compartimos su alegría. Esta liberación y sobre todo, el compromiso por parte de las Farc de no volver a secuestrar, es un gesto que valoramos y lo valoramos en toda su dimensión“.


La verdad es que la paz nos conviene a todos, desata las libertades reprimidas de la población que no han podido ejercerse por la presencia del conflicto, el derecho a la libre movilización, la gente obviamente desea poder ir del campo a la ciudad, llegar al villorrio, subir a la montaña, admirar los recursos naturales, bañarse en ríos y quebradas, dormir o hacer camping en la montaña, sin que se sienta insegura o amenazada por cualquier tipo de delincuencia.


Este es el ambiente en que todos queremos ver a Colombia, y que reclamamos con premura a los actores del problema. Ya son varias las generaciones que nos hemos visto cohibidos para realizar estas actividades, tan normales en cualquier sociedad pacífica.


Por otro lado, la máquina de la guerra solo les sirve a unos pocos, que terminaron haciendo de ella su mejor aliado para tener comodidades. Han sabido llenar el espíritu y las mentes de los ciudadanos de odios, y de luto las familias.


Esta lógica del poder de la fuerza se ha convertido en un escenario indeseable, que se ha impuesto solamente por el talante de intolerancia con que las extremas han sabido mantener la opinión pública hipnotizada por la violencia.


Nadie puede hacerse ilusiones, pero, si los hechos continúan y los actores siguen dando muestras de buena voluntad, como la liberación de todos los secuestrados, incluidos los civiles que fueron plagiados con fines extorsivos, estos acontecimientos seguirán abonando gradualmente el terreno para los futuros acercamientos, que en últimas tendrán que desembocar en diálogos entre las partes, pero con agendas claras.


El tiempo simplemente tiene que llegar; es de suponer que los guerrilleros que hasta ahora sobreviven, están hartos en su condición de rehenes de su lucha armada, que los ha llevado al ostracismo en las condiciones más adversas, y que, ya no tiene cabida en la sociedad actual.


Es improbable además, que ellos puedan representar una amenaza real para el estado actual de las instituciones. Así que, si la lógica se impone debe llegarle el turno a los diálogos y a la paz.


Credito
PEDRO LUIS ZAMBRANO C.

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