Un nuevo gobierno con deudas apremiantes

El 15 de junio tendremos nuevo presidente, dignidad nacional que será ocupada por la decisión de un electorado, que acudirá a las urnas con más apatía que convicciones, fastidiado con la guerra mediática de las últimas semanas, luego de un debate escaso de ideas y arreado por la falsa controversia, entre los que sí y los que no quieren la paz, como si este no fuera un fin que nos convoca a todos. Este dilema vuelve a poner a las Farc como impulsoras de los votantes y determinará otra vez, el nuevo gobernante.

En medio de todo, es innegable que hay deudas de Estado acumuladas, en un país en el que sus últimos gobiernos se han desgastado atendiendo el vetusto conflicto interno. Pero es fácil notar que hay sectores indignados que manifiestan de modo creciente su descontento, ante sus problemas reales.

La educación es uno de ellos: la calidad de la instrucción que reciben nuestros jóvenes no los hace competitivos en el mercado laboral abierto de hoy, que exige habilidades técnicas que no se construyen con los actuales programas y metodologías de formación tecnológica y profesional. Y ni qué decir de los costos, las universidades que proveen un servicio de alta calidad, son inaccesibles a los jóvenes de los estratos sociales menos favorecidos.

Los agricultores han visto reducidos al mínimo sus niveles de utilidad, muchos de ellos están sobreendeudados o arruinados, a raíz de la competencia desigual de los productores foráneos.

La justicia no es confiable y sus máximas figuras carecen de credibilidad por sus prácticas clientelistas, esta rama del poder público se deslegitimó al máximo en los últimos años.

La salud y la seguridad social despiertan la rabia de la mayoría de sus usuarios, la primera es ineficiente y el régimen pensional está lleno de privilegios para unos pocos, dejando de lado mucha gente sin cobertura. Si hablamos de igualdad, las cosas son peores: estamos catalogados como uno de los dos países más inequitativos de Latinoamérica.

Los problemas apremiantes son muchos más, pero con los enunciados basta para entender que el nuevo período de gobierno va a requerir de la voluntad y el consenso de las mayorías; lo malo es que luego de esta irregular campaña, quienquiera sea el Presidente, no tendrá el capital político suficiente para abordarlos con la decisión y el apoyo que estos lastres exigen.

Credito
PEDRO LUIS ZAMBRANO

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