La esquiva paz

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No se puede negar que el nuestro es un país que se formó en medio de la discordia. Primero ocurrió la separación de la Corona y en su búsqueda de identidad política, la sociedad naciente debió decidir si quería una nación centralista o federalista. Este dilema, fue el comienzo de la guerra interior que aún no para.

El país despegó en medio de duras inequidades, heredadas del atrasado imperio español, la propiedad de la tierra totalmente concentrada en manos de unos pocos latifundistas, que explotaban en una relación feudal a las mayorías del naciente país rural, creándose así, otra fuente de interminables conflictos. En esta época ya era pronunciado el arrinconamiento y los crímenes cometidos en contra de los pocos indígenas y la población afrodescendiente, que habían quedado de la era colonial. La violencia con que se estructuró Colombia no para, hoy contamos más de 50 años del último asalto, en que se enfrentan como principales actores, el Estado y las fuerzas guerrilleras, aunque en su escalamiento la guerra ha incorporado a otros actores, como los narcos, y los paramilitares.

Pero, antes que recrear lo que todos conocemos del conflicto, es importante pensar en lo que ocasiona la violencia, en los campos y lugares lejanos de las grandes ciudades, en que la gente sufre por la inseguridad y la pobreza; muchos han salido forzosamente de sus lugares de origen en calidad de desplazados y sufren privaciones en los extramuros de las urbes. En su desorientación y pobreza, los jóvenes de estas familias son acechados por diversas formas de reclutamiento ilegal, atraídos por la drogadicción, la prostitución y las lacras que amenazan a la gente vulnerable.

Mientras tanto, quienes vivimos en las ciudades, que hemos recibido educación y tenemos seguridad económica, a fuerza de la rutina de la guerra, nos insensibilizamos con sus crímenes y quedamos sin capacidad de asombro, ante sus bestialidades.

Hoy debemos aceptar que obtener la paz es un proceso irreversible que todos necesitamos, y que el actual proceso debe tener la oportunidad y el tiempo de lograr un acuerdo, para detener el conflicto con el mayor de los grupos irregulares. Continuar esa ruta es tarea del gobierno Santos, que nos llevará a la reconciliación y a poner los recursos que se gastan en el enfrentamiento, al servicio de la recuperación de las víctimas y la seguridad.

Credito
PEDRO LUIS ZAMBRANO

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