¿De qué somos capaces?

@pezcandia

Quienes hemos vivido en este país la mayoría de nuestra existencia, inhibidos por el conflicto, de movernos de un lugar a otro cualquiera del territorio, visitar el campo, los paisajes naturales; que estamos ya sobrecargados de noticias, actitudes y comportamientos impregnados de violencia, estamos sintiendo con hastío las más de cinco décadas de confrontación inútil y acogemos con inocultable satisfacción, iniciativas pacifistas, como la proveniente de la sociedad civil, que nos formula la pregunta ¿De qué soy capaz?

Es importante, porque ha permitido que muchas víctimas o colombianos atormentados por los recuerdos y las heridas causadas por los actores violentos, se expresen libremente acerca de sus actitudes de perdón y bondad frente a sus agresores, aún en aquellos casos más dolorosos en que les han desgarrado su existencia o degradado su amor propio, con los asesinatos de sus seres queridos, las violaciones y el menoscabo de su dignidad.

Es aleccionante escuchar a los soldados o campesinos que han quedado desmembrados por las bombas antipersona, a los padres y familiares de los políticos, periodistas o dirigentes sindicales, servidores públicos, religiosos o líderes campesinos, desaparecidos o asesinados por los grupos irregulares y a los seres queridos de secuestrados y desaparecidos, manifestar su actitud de perdón y su necesidad de encontrarse cara a cara con los causantes de su dolor, para decírselo.

En hora buena se están tendiendo estas redes de reconciliación, en algún momento de la historia, después de tanta oscuridad, tenía que aparecer el alba de los nuevos tiempos, no es de esperar que en un revés de esa misma historia se impongan de nuevo las fuerzas de la guerra, ya que todos los muertos hieren por igual la consciencia colectiva. En definitiva, la lógica de las contiendas internas, como la que sacude a Colombia, se explica en que estas, sean cortas o prolongadas, deben terminar en las mesas de negociación.

Finalmente, algo que se debe evitar es que la voluntad de perdón se convierta en un movimiento pasajero: esta actitud debe madurar espontáneamente en cada víctima, en cada ciudadano, y debe permanecer en el tiempo, no ponerla en dicho, ponerla en práctica; así, al final, será la misma sociedad en su conjunto la que sume las fuerzas necesarias para mantener el curso de los acuerdos. Cada uno de nosotros en realidad debe formularse la pregunta ¿De qué soy capaz?”.

Credito
PEDRO LUIS ZAMBRANO

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