La multiplicación de los riesgos

Pedro Luis Zambrano

La historia de la formación de núcleos urbanos en Colombia, apunta a que en la mayoría de los casos, estas concentraciones se construyen en los valles o abanicos, que forman los ríos o cauces que descienden de las montañas y proveen el indispensable líquido para sostener la vida de los pobladores.

En los primeros tiempos, la mayoría de las construcciones se mantuvieron a distancias prudentes de las corrientes acuáticas, pero, con el paso de los años, los asentamientos han ido creciendo en forma dispersa y no planificada. Buena parte de la población pobre y vulnerable, sin encontrar solución a su necesidad de vivienda, es atraída a invadir y construir sus viviendas, en lugares muy cercanos a los cauces de agua o en zonas de humedal, sin posibilidad de tener en cuenta los riesgos de avalanchas, inundaciones y deslizamientos de tierra a que se están sometiendo.

Por muchas razones, que combinan la pobreza e ignorancia, las cuencas de estos ríos y quebradas, han sido velozmente deforestadas y degradados sus suelos, los cuales al estar desprotegidos, aumentan su probabilidad de saturarse con las lluvias y removerse en masa, causando los represamientos, que luego se convierten en avalanchas, causantes de tragedias que cobran vidas y la pérdida de viviendas y enseres.

Hoy una proporción importante de la población, permanece en zonas de riesgo, expuesta a peligros como los comentados, muchas de ellas, reconocidas en los planes de ordenamiento territorial de las ciudades y poblaciones, pero, por tratarse de tan altos números de viviendas, no existen soluciones a la vista, para las ingentes inversiones que representaría su traslado hacia zonas seguras.

Lo que se está viendo como factor agravante, es que a medida que el cambio climático deja sentir sus efectos, con tiempos de sequías y calores, seguidos de lluvias intempestivas e intensas, los riesgos de que sigan ocurriendo, incendios forestales, avalanchas, inundaciones y remociones en masa, se multiplican y requieren que los gobiernos nacional y locales, eviten que los lugares de mayor peligro, sean ocupados con viviendas y que las poblaciones aprendan a convivir con dichas situaciones, en condiciones de seguridad.

Sin duda, lo más importante es la educación ambiental y de prevención del riesgo hacia la ciudadanía, que debe ser una siembra para el mediano plazo, realizada principalmente en el terreno fértil de niños y jóvenes.

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