Lo que no aceptan los colombianos

Pedro Luis Zambrano

A mediados del siglo pasado, en el continente americano hicieron su época los movimientos revolucionarios, que rápidamente se convirtieron en expresiones civiles armadas. Esta manifestación de la política por otros medios, marcada en América por sucesos como la revolución cubana, llegó a generar simpatía en amplios sectores populares.

Los movimientos civiles armados tuvieron un terreno abonado en Colombia, bajo el régimen bipartidista liberal conservador, que en medio de la postración económica y social de amplios sectores del campesinado y la joven clase obrera y estudiantil, cerró las posibilidades de actuación de cualquier otra expresión, ajena a los dos partidos que gobernaban en una abierta manguala. En estas condiciones, los grupos armados irregulares, llegaron con no poca razón a justificar su presencia, por factores objetivos, que relacionaron con la defensa de las clases popular y campesina.

Hoy la situación es diferente, la guerra que surgió bajo las condiciones expuestas, en más de cinco décadas ha causado una acumulación de quebrantos y dejado secuelas imborrables en una gran parte de la sociedad. Esta cruda realidad se combinó con hechos como, la inexistencia de un ganador, porque estos movimientos armados irregulares no pudieron derrotar al régimen, ni este eliminarlos en 60 años, lo que impuso la necesidad de la negociación de la paz y la reinserción de los alzados en armas en la sociedad.

Las expresiones y los actos de guerra que produjo el conflicto, también entraron en desgaste, al término que hoy no tienen ninguna presentación, y por el contrario, generan el mayor rechazo de los colombianos, hechos como: el secuestro, que atenta gravemente contra la dignidad del secuestrado, su familia y la sociedad, el reclutamiento de menores de edad, porque quebranta la posibilidad de que los niños vivan su infancia en condiciones de seguridad y bajo la protección de sus familias, la escogencia de su destino y el desarrollo de sus expectativas de vida, y, las voladuras de oleoductos y atentados contra la infraestructura energética, ya que constituyen flagrantes violaciones al derecho colectivo de tener un ambiente sano, la conservación del agua y los demás recursos naturales.

Por las razones expuestas, el Eln debe renunciar a este tipo de acciones y buscar rápidamente la activación de las conversaciones, en busca de un acuerdo para su reingreso a la sociedad, el tiempo se acorta y puede agotarse también la voluntad de los colombianos.

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