Abrir la mente, principio de supervivencia social

José Germán Zarama De La Espriella

No ha sido fácil para mi generación, ni menos para las anteriores, aceptar cambios de paradigmas. Y cómo iba a ser fácil cuando fuimos educados para creer en dogmas de fe que se volvieron límites infranqueables del pensamiento. Hace cuatrocientos años, por ejemplo, la sociedad se negaba a creer que la Tierra giraba alrededor del Sol. E incluso asesinó a Giordano Bruno, quien argumentaba esto.

Más adelante, hace ciento cincuenta años, la mayoría de la sociedad acusaba de loco y farsante, hereje además, a Charles Darwin, por sus teorías evolucionistas. Otro ejemplo más sobre ‘creencias inamovibles’, en nuestro entorno. Hace apenas veinticinco años, millones de compatriotas se resistían a aceptar los derechos de la ‘homosexuales’. Recordemos que fue apenas en 1993 cuando la Corte Constitucional de Colombia debió pronunciarse a favor de esto.

Pero una cosa es acatar y otra aceptar. La moral, caldo de cultivo de la religión y de la política, ha sido invocada para retrasar los cambios de paradigmas. No obstante, la historia marca una tendencia inexorable. O la humanidad aprende ya a vivir en paz, a despojarse de egos individuales y colectivos, o está condenada a una Apocalipsis más.

Quizás entonces volvamos a renacer algún día, en algún lugar del tiempo y del espacio, como lo hemos hecho tantas veces. Y es que, al afirmar esto, lo hago con un paradigma diferente de la historia que nos enseñaron. Según nos dijeron, la civilización habría nacido con los primeros documentos escritos. Esto habría ocurrido en el Oriente Próximo, o quizás en la India hacia el 3300 A. C. El Rig-Veda, las evidencias arqueológicas de Babilonia o las pirámides de Egipto, habrían marcado el comienzo de lo que llamamos civilización.

Pero el paradigma histórico empieza a cambiar. Los científicos aceptan que hubo civilizaciones avanzadas al sur de Turquía, como Gobekli Tepe, o como Puma Punku (Tiwanaku en Bolivia), con el doble y hasta el triple de la antigüedad atribuida a las pirámides o al Rig-Veda. También aceptan que con la tecnología moderna y con la enorme población actual, difícilmente podríamos replicar la Pirámide de Keops. Nadie explica claramente esto, ni tampoco otras paradojas científicas de la física cuántica, como el ‘Bosón de Higgs’. Nuevamente los científicos retoman las palabras del más antiguo de nuestros sabios reconocidos, Sócrates, al confesar que se debe reescribir la historia y la ciencia que nos ha regido: “Yo solo sé que nada sé”.

Volviendo a la religión y la política, viejos motores de la historia, necesitamos cambiar de paradigmas. Y particularmente en Colombia estamos en una especial encrucijada de apertura intelectual, si queremos sobrevivir como sociedad. Pero también podemos encerrarnos en viejos paradigmas y avanzar pari passu, como Trump, al desastre universal final.

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