Trump el caudillo que los ‘americanos’ aguardaban

José Germán Zarama De La Espriella

“Nada va a ser más simple, muchas cosas van a ser más difíciles”, opina el ministro alemán de Relaciones Exteriores, Frank-Walter Steinmeier. Se refiere así el ministro a las implicaciones internacionales tras la consagración del caudillismo en EE.UU. con la elección de Trump.

Los caudillos son figuras políticas que concentran excesivamente el poder dentro de una organización o toda una nación. Los caudillos no nacen generalmente en las cunas del poder. Son producto de la inestabilidad institucional y la inmadurez política. Este fenómeno se ha repetido en todo el mundo, que ha visto en el último siglo aparecer caudillos en: Alemania, Italia, China y numerosos países latinoamericanos. Tanto Hitler, como Mussolini, Mao, Leonidas Trujillo o Hugo Chávez, surgieron en épocas de conmoción social.

Y los EE.UU. llevaban demasiados años de perder la confianza en sus instituciones. Así lo sabemos todos, por documentalistas progresistas de Michael Moore, o por la novela política de House of Cards. De otra parte, intelectuales como Noam Chomsky, habían afirmado de la sociedad estadounidense actual, que “las personas se sienten aisladas, desamparadas y víctimas de fuerzas más poderosas, a las que no entienden ni pueden influenciar”.

La llegada al poder de un caudillo era tan previsible que desde hace 16 años ya fue planteada por la serie cómica satírica de Los Simpson. Y quizás desde mucho antes, cuando ascendió Nixon, hace casi 50 años, la sociedad había empezado a convencerse de la corrupción de su clase política. Sin embargo, desde el Watergate de Nixon, la política no recibía tratamientos asépticos. Lo cierto es que medios como ‘Wiki-leaks’ evidencian la podredumbre hoy.

A pesar de signos previos de advertencia sobre su posible advenimiento, de manera inevitable llegó el caudillismo a la madre de las democracias, anterior a la Revolución Francesa. ¡América, qué conmoción!. Y qué podemos hacer nosotros, se pregunta el mundo con desconcierto. Muy poco, como quedó demostrado en la soberana decisión del pueblo americano.

Pero una de esas pequeñas cosas que podemos hacer es entender el problema y sembrar nuestra voz de alerta como parte de la opinión pública mundial. No podemos votar, pero sí opinar, aunque solo seamos ciudadanos del mundo, quizás ‘ciudadanos de segunda clase del imperio americano’.

Mientras adelantamos esta tarea con todo el rigor intelectual posible, veamos alguna información preliminar sobre los caudillos antes mencionados como ejemplo. En un resumen muy breve debemos anticipar que tanto Hitler, como Mussolini, Mao, Trujillo y Chávez, lograron entusiasmar a sus seguidores desde el comienzo.

Los buenos resultados de políticas nacionalistas audaces, y el manejo adecuado de la propaganda los convirtieron muy pronto en ídolos. Pero a largo plazo, sus políticas confrontadoras y aislacionistas destruyeron sus sociedades y afectaron a muchos otros países.

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