Adiós, chinas cucaracheras y tamal con chocolate

José Germán Zarama De La Espriella

Una combinación de cambios ecológicos, jurídicos y culturales amenaza con sumir en la decadencia a Monserrate como emblema turístico de Bogotá.

A los pies de este cerro floreció, hasta bien entrado el siglo XVI, la cultura muisca de la Sabana de Bogotá. Desde la misma llegada de los españoles, hubo una transformación hacia la sociedad mestiza que somos, una sociedad hispanoamericana, con curiosas herencias culturales de otras latitudes. Sí, los conquistadores trajeron a Santafé algunos indios quechuas como traductores, que dejaron huellas en nuestro lenguaje del idioma de los incas.

Entre estas palabras más bogotanas relacionadas con Monserrate, está ‘china’. Este vocablo quechua (incas) significaba india joven. Aún hoy en día, en Chile, parte del imperio inca de la América precolombina, designa a la mujer mestiza, dedicada generalmente al oficio doméstico.

Para explicar que la interacción cultural no solo es lingüística, sino religiosa, bromatológica y musical, quizá no haya mejor canción que el cachaquísimo bambuco ‘Los Cucaracheros’, de Jorge Áñez Avendaño. En él se identifica el maridaje intercultural de esta Bogotá colonial y republicana, a punto de desaparecer. Recordemos estas estrofas, haciendo énfasis en aspectos entrecomillados de este crisol cultural hoy amenazado:

Yo soy el ‘cucarachero’,

tú la cucaracherita;

desde que te vi yo quiero

que tú seas mi mujercita.

Oye, ‘chinita’ querida,

de la alborada lucero,

si tú me dejas por otro,

del guayabo yo me muero.

‘La que en Bogotá no ha ido

con su novio a Monserrate’

no sabe lo que es ‘canela’

ni ‘tamal con chocolate’...

En efecto, la palabra ‘cucarachero’ podría referirse a un ave endémica, única y exclusiva, de los humedales de la Sabana de Bogotá. Y tal parece que el cucarachero está al borde de la extinción, según afirma Gary Stiles, del Instituto de Ciencias Naturales de la U. Nacional.

Las transformaciones culturales de un mundo globalizado están cambiando estas costumbres que nos vinculan a Monserrate. Pero también la conciencia ecológica de nuestras leyes podrían dar el puntillazo final. De hecho, las viejas costumbres santafereñas están a punto de transformarse una vez más, ahora por una decisión judicial. De esta manera, pocos podrán aventurarse a tomar canela, originaria de la India, tamales y chocolate, de origen centroamericano, o subir con su novia a Monserrate.

Lo cierto es que el pasado 29 de septiembre, el Consejo de Justicia ordenó el cierre definitivo del restaurante Casa San Isidro, uno de los atractivos turísticos para muchas parejas que iban a visitar al Santuario de Monserrate y comprometerse formalmente. La decisión correspondiente del Consejo se basa en que “en la parte alta del cerro de Monserrate no se puede llevar a cabo ninguna actividad comercial por tratarse de una zona de reserva forestal protectora”.

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