Trump & Putin

José Germán Zarama De La Espriella

Todo indica que la relación entre Trump y Vladimir Putin no es nada casual. Putin ha estado empeñado desde hace años en hacer a Rusia ‘grande de nuevo’. Irónicamente, Trump parece el aprendiz de este ‘reality’ político basado en la nostalgia por glorias pasadas. Pero las condiciones son muy diferentes para el éxito de ambos gobernantes. Mientras el Presidente americano deberá concentrarse en manejar una fuerte oposición interna, los rusos dictarán cartilla sobre el nuevo orden internacional.

La paternidad de Putin sobre Trump es tan obvia que ni siquiera Trump niega el hecho de que el presidente ruso intervino en su elección. Y lo que hemos podido apreciar es apenas la punta del iceberg. Es válido suponer entonces que el apoyo del estratega ruso, forjado en la desaparecida KGB, haya obedecido a algo más que un sentimiento de simpatía. Quizá este acto político, aparentemente aislado, haya sido solo uno de los proyectos ejecutados en el ‘marco retro’ de un cuidadoso plan quinquenal de estilo soviético.

El Presidente de Rusia es ciertamente un líder del mayor reconocimiento mundial hoy en día y una figura muy popular entre los jóvenes de su país. Desde mayo de 2000 detenta el poder casi ininterrumpido del Kremlin, si incluimos un periodo de menor perfil entre 2008 y 2012, como Primer Ministro. Y todo parece indicar que su hegemonía durará varios años más. Es claro entonces que el proyecto político de Putin se ha jugado y se juega a un largo plazo. El largo gobierno de Putin ha devuelto, sin embargo, estabilidad y confianza a la Rusia postsoviética, según reconocidas fuentes, como la escritora rusa Julia Ioffe.

La reciente victoria militar en Siria, con notable protagonismo ruso en la retoma de Alepo, ha revivido en este último pueblo el nostálgico aroma imperial. Con menos alardes, Putin está logrando algo que ambiciona Trump para su propio país: ‘making Russia great again’. Y la coincidencia de intereses entre ambos líderes adquiere dimensiones nacionales con sus correspondientes veredictos democráticos, el último de ellos en noviembre pasado. En el caso de Putin, para avanzar en su exitoso proyecto nacionalista en marcha, necesita ahora aliviar su talón de Aquiles. Para ello debe cuidar la maltrecha economía moscovita, golpeada por los precios del petróleo y las sanciones occidentales a su toma de Crimea.

No se necesita ser vidente para concluir que Trump necesita la intelligentsia (palabra rusa, que denotaba al ‘conjunto de intelectuales reformistas en la Rusia zarista’). Y Putin, su circunstancial aliado político, o tal vez padre ideológico de la reeditada doctrina ‘volver la patria grande de nuevo’, seguramente lo apoyará. Quizá de esta manera Trump pueda sobrevivir más de cuatro años y Rusia reposicionarse como potencia de primer orden mundial.

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