Semana Santa solo para verdaderos cristianos

José Germán Zarama De La Espriella

Una cosa es la constitución y la ley, que concibe a Colombia como un estado laico. Otra cosa es la tradición cultural, que mayoritariamente toca el ‘alma’ popular con milenarias doctrinas judeo-cristianas, aunque no sea obligante para todos. Si hubiera coherencia jurídica, entonces, seguramente no tendríamos un calendario oficial que consagre las fechas de la ‘Semana Santa’, como días festivos. Pero la cultura, en un estado laico, prima sobre la religión y la religión podría entonces ampararse en una tradición cultural.

Supongo yo que, con este argumento cultural, el Estado podría proteger el ‘derecho’ de la mayoría de celebrar Semana Santa. Bastaría entonces una reglamentación de licencia especial para los verdaderos trabajadores católicos o cristianos confesos.

Pero, incongruentes como somos, el pretendido derecho de practicar un culto es en la práctica un deber social. Este deber social, de facilitar la tradición ‘cultural’, va amparado por un festivo coercitivo, con costos laborales para quien, apartándose de la tradición, incumpla dicho deber.

Por supuesto, en nuestra sociedad, priman criterios económicos sobre cualquier tradición cultural, incluyendo las religiosas. Con esta perspectiva monetaria, léase ‘de interés general’, nadie sería partidario de que la celebración religiosa se restrinja solo a creyentes.

La economía, al parecer, requiere que se satisfagan al máximo las necesidades lúdicas y sensuales de la sociedad. Qué importa si se invocan motivaciones religiosas para satisfacer a falsos cristianos, quizá más bien judíos y fariseos, o sencillamente no cristianos e incluso ateos. De otra parte, cada trabajador ateo o creyente en tradiciones religiosas diferentes al cristianismo, defendería de primero los festivos cristianos.

No me imagino entonces a alguien, tan jurídicamente sensato pero políticamente incorrecto, que propusiera eliminar los festivos de Semana Santa. En Colombia, tan solo un político de tendencias anarquistas, quizá suicidas, aceptaría dejar dichas conmemoraciones a la conciencia de cada empresario y de cada trabajador.

Pero bueno, al menos la cultura y la economía son más coherentes que aquellos que de verdad defienden estados confesionales. Los más graves problemas de Colombia, la corrupción y la violencia, han surgido no obstante nuestra mayoritaria confesión cristiana. Somos ese mismo pueblo infame, que tendría todos los derechos ‘culturales’ de conmemorar la última cena y la pasión de Cristo.

Pero una cosa es que hayamos profesado la religión cristiana por generaciones y otra que hayamos sido buenos cristianos. Para convertirnos en un país justo, bastaría solo que los judeo-cristianos cumpliéramos aunque sea cuatro de los diez mandamientos bíblicos. Estos serían: honrarás a tu padre y a tu madre; no matarás; no robarás; no darás falsos testimonios ni mentiras. Si además cumpliéramos con el principal mensaje de Jesús, la compasión y el perdón, llegaríamos a ser una especie de paraíso terrenal... Aunque no conmemoráramos la Semana Santa.

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