La peste de las noticias falsas y sus dilemas democráticos

José Germán Zarama De La Espriella

El foro ‘Noticias Falsas: el gran reto del periodismo actual’, efectuado recientemente en Bogotá, está sintonizado con una preocupación mundial sobre dicho tema. En realidad ‘la peste’, tal como se denomina la novela de Camus, es una excelente metáfora de las noticias falsas que se extienden en el planeta como epidemia.

Coincidente con este contexto en su más reciente edición, la revista The Economist reflexiona sobre el papel que juegan en particular los medios sociales. Aunque The Economist analiza el tema en relación con la política de EE.UU. sus conclusiones se pueden relacionar con aquellas del foro aludido. El gran desafío para la democracia, insinúa la revista inglesa, es mantener las libertades ciudadanas, cosa imposible sin información honesta.

El tema de las redes sociales y las ‘noticias falsas’ es una paradoja y también un dilema. El dilema se presenta precisamente en una época en que la tecnología había prometido impulsar la transparencia política. La justificación de las redes sociales era que, con una democratización absoluta de los medios de comunicación, se fortalecería la verdad.

En la práctica, no todas las personas bien informadas y veraces, que cuentan ahora con sus propias tribunas de comunicación social, participan en los medios. Entonces las redes sociales son lideradas con fines proselitistas por las personas más participativas. Y nadie más interesado en participar en las redes que quien tiene intereses políticos creados.

La paradoja está en que la democratización de las comunicaciones, gracias a la aparición de las redes sociales, amenaza a la democracia liberal misma. Ejemplos de ‘posverdades’ que se han masificado a través de redes sociales, se encuentran en todas partes. El Brexit, la campaña de Trump y la campaña por el reciente plebiscito en Colombia, son ejemplos citados por el uso proclive de las redes. Cómo solucionar esta paradoja, es la pregunta subyacente que estaba en la mente de quienes siguieron el foro aludido en Colombia. El dilema que se presenta entonces está en escoger entre respetar la libertad absoluta, que es un ideal democrático, o reglamentar los medios sociales. Quizás, piensan algunos, se protegería la democracia si se limitara la libertad de expresión en las redes sociales, si se penalizara la libertad de pensamiento. Tremendo dilema para la democracia.

Políticos tanto de izquierda como de derecha apoyarían estas restricciones. El dictador Maduro, por ejemplo, se quitaría un dolor de cabeza si controlara las redes sociales tal como hace con los medios masivos de comunicación. Muchos fanáticos de la derecha en Colombia también quisieran impedir la lectura en redes sociales de ideas adversas. Y quisieran hacerlo con la facilidad con la cual se queman o destruyen los libros. A ellos convendría buscar mecanismos jurídicos y tecnológicos para censurar las comunicaciones virtuales.

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