Nicolás Maduro y la sicología mafiosa del régimen

José Germán Zarama De La Espriella

La Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela anunció elecciones presidenciales, para mediados de abril. 

Y viene entonces a la mente la propuesta de Ricardo Hausmann, a comienzos de este mes. Dicha propuesta, sustentada por el más reconocido economista latinoamericano en Harvard, justifica una intervención militar para enfrentar una crisis humanitaria en Venezuela. 

Andrés Oppenheimer, quizás el periodista latinoamericano más famoso, también opinó recientemente sobre la propuesta de Hausmann, que no descalificó conceptualmente, pero consideró políticamente inviable.  Y, como se puede concluir al leer a Oppenheimer, ningún país picó el anzuelo político que lanzó el Presidente de EE.UU. en agosto pasado.Trump amenazó entonces con una intervención militar a la ‘dictadura’ bolivariana. 

Pero, aunque ningún demócrata del continente se atrevería a apoyar este tipo de intervención, uno no entiende a los ingenuos que creen en las elecciones propuestas por Maduro. El “dictador” representa a un grupo con unas características sicológicas similares a las de la mafia. 

Y para considerar la propuesta de Hausmann hay que entender la conexión del chavismo con la sicología mafiosa, evidenciada por Diosdado, Tarek El Aissami y el ‘Cartel de los Soles’ –generales venezolanos sindicados de narcotráfico. Pues “el mafioso es un fundamentalista, un arquetipo antisocial que reniega de los valores ajenos y que atribuye a los propios un espíritu honorable, ominipotente, justo y necesario”. Esto se explica en el ensayo ‘La psiqué mafiosa’, de los profesores Gianluca Lo Coco y Girolamo Lo Verso. Tal cual se presenta este patrón sicológico en la mafia, hay que modificar la conciencia y la moral del pueblo, para gobernar. 

En la mafia y los sistemas dictatoriales, gobernados por un ‘padrino’, hay una promesa inicial de integración y participación directa del poder, que principian como el chavismo por convertir la figura del líder en la de un dios-padre. Chávez era un padre que “amaba” a sus hijos, los ciudadanos marginados, a quienes entregó un lugar en la nueva Venezuela a cambio de la entrega de sus almas a la revolución. Y como si fuera el cariñoso padrino de la ‘Cosa Nostra’, sembró el odio social como herramienta para manipular, dividir y triunfar sobre los que no hicieran parte de la “familia revolucionaria”. 

Pero cuando el dinero no alcanza para repartir a toda la familia, y se cuestiona al falso padre, el chavismo recurre al miedo como un gran motivador. El papel del sucesor de Chávez, Maduro, no ha sido otro que profundizar el miedo que su antecesor ya había sembrado. Si se va Maduro, conseguirán otro ogro para mantener el miedo. Así como se suceden los padrinos en la mafia.Y la solución no pasa por eliminar a Maduro. Se trata de erradicar todo un régimen, corrupto pero con unidad de cuerpo.

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