La verdad, aunque duela

A punto de reanudarse los diálogos de La Habana que se han nutrido recientemente con la inclusión de nuevos representantes de las FARC, han recibido el apoyo de marchas en diferentes lugares del país y se surten de argumentos emanados del Congreso de los Pueblos que se escenificó en los predios de la Universidad Nacional.

A punto de reanudarse los diálogos de La Habana que se han nutrido recientemente con la inclusión de nuevos representantes de las FARC, han recibido el apoyo de marchas en diferentes lugares del país y se surten de argumentos emanados del Congreso de los Pueblos que se escenificó en los predios de la Universidad Nacional, es hora de irlos adobando con elementos prácticos que preparen el terreno para unas negociaciones, la firma de la paz y el complejo proceso que ha de sobrevenir en el postconflicto.

El asunto ha dejado de ser un tema interno, pues como se advirtió en la semana pasada, ya la Corte Internacional ha enviado veedores para cerciorarse de lo que ocurre, de lo sucedido en los procesos judiciales contra los enjuiciados por crímenes contra la sociedad civil y a prevenir sobre las condiciones que se pacten y que puedan significar la impunidad para los asesinos y depredadores.

Dentro de ese escenario y con toda suerte de razones es preciso que las partes vayan reconociendo su participación, muestren su real arrepentimiento, se dispongan a reparar los daños causados y contribuyan al esclarecimiento de los terribles sucesos de una época aciaga.

Así como las comisiones de la Corte Internacional se muestran preocupadas por la lentitud de los procesos de los llamados falsos positivos o de las modificaciones introducidas a la Ley Penal Militar, así mismo la ciudadanía no las tiene todas consigo ante las declaraciones de las FARC que van en contravía de lo que es conocimiento público.

En efecto, los representantes del grupo guerrillero han manifestado no tener relación alguna con el tráfico de drogas, niegan el practicar el reclutamiento de menores de edad, se manifiestan víctimas de la guerra y aseguran haber dejado el secuestro como fórmula de financiación  o avance político y aseveran no tener en sus manos a ningún  plagiado.

Las informaciones no solamente del gobierno sino de ONG y grupos independientes contradicen ampliamente estas posiciones y, en el caso del secuestro, esgrimen detallados informes con nombres, condiciones de los secuestrados, declaraciones de los familiares y sitios del plagio de cientos de personas que se atribuye a las FARC. Como la información está disponible es factible procesar cada caso para descubrir la verdad detrás de cada circunstancia y, si es del caso, aceptar que se produjo el deceso del plagiado, determinar el lugar donde se encuentran sus restos y facilitar la entrega de los mismos a sus familias.

Por cierto, igual procedimiento habría de esperarse con las desapariciones originadas en acciones de funcionarios gubernamentales que en muchas regiones colaboraron con grupos paramilitares y contribuyeron a los episodios que llenaron y llenan de luto y zozobra al país y, particularmente, a las familias de los desaparecidos.

Nadie dijo que la paz iba a ser un proceso indoloro y sin consecuencias.

EL NUEVO DÍA

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