Una vida luminosa y generosa

Estela era uno de esos seres que unía a la belleza exterior una inmensa belleza interior que muchos tuvimos la fortuna de apreciar y miles de recibir los beneficios de su luminosa existencia. En su memoria nos reuniremos hoy en la Catedral.

ace un mes falleció en Medellín la inolvidable Estela Isaza Cadavid de Dávila, por lo que en su memoria se celebrará en la fecha una misa en la Catedral de Ibagué a las 11:30 de la mañana.

Su muerte trajo tristeza a los muchos que la admiraban y que con gratitud recordaban su bella figura y su fructífera vida. A los 21 años llegó de su Antioquia natal al Tolima y habitó esta región por medio siglo. Su matrimonio con Antonio Dávila sentó las bases de un amor imperecedero por esta tierra que se tradujo en obras de inmensa trascendencia y en trabajo permanente a favor de los menos favorecidos de sus paisanos adoptivos. Obras y trabajos que solo se incrementaron tras la prematura desaparición de su amado “Antuco”.

A instancias de doña Lorencita Villegas de Santos fundó con otras seis amigas la Liga Antituberculosa en el Tolima y a erradicar ese flagelo en la región se empeñó el resto de sus días en una labor que no se circunscribió a Ibagué sino la llevó a los más pobres y apartados rincones del departamento.

Dentro del mismo propósito se empeñó en levantar unos consultorios para la atención gratuita de los pacientes que recibió el nombre de Santa Teresita del Niño Jesús, obra que evolucionó hasta convertirse en el Hospital Antituberculoso San Francisco que mutó al hospital del mismo nombre en Ibagué.

Otra obra a la que dedicó sus esfuerzos fue a la Casa del Niño, entidad constituida para dar cobijo y atención a los miles de huérfanos que dejaba La Violencia de mediados de siglo pasado.

Proveyó ayuda, apoyo y consuelo a las trabajadoras sexuales que proliferaban por cuenta de la misma violencia, así como su concurso a la Cruzada Social, a las Granjas del Padre Luna y a los miles de niños que llegaron con sus familias para escapar a la barbarie.

De la misma manera entregó muchas horas al cuidado y embellecimiento de la Catedral de Ibagué.

Cuando por la edad sus fuerzas menguaron regresó a Medellín hace 12 años, pero dejó tras de si un imperecedero recuerdo.

Estela era uno de esos seres que unía a la belleza exterior una inmensa belleza interior que muchos tuvimos la fortuna de apreciar y miles de recibir los beneficios de su luminosa existencia.

En su memoria nos reuniremos hoy en la Catedral.

REDACCIÓN EDITORIAL

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