Razón o sinrazón

El asunto se ha degradado a tal punto que la semana pasada los vándalos la emprendieron contra las mismas instalaciones de la universidad y los vehículos de profesores, administradores y alumnos que estaban parqueados al interior del campus. Con un elemento adicional de perplejidad: nadie parecía conocer el motivo de la agitación y los ataques.

Resulta asombrosa la indiferencia con la que la ciudadanía acepta, sin siquiera molestarse en indagar por lo sucedido, eventos y circunstancias que afectan a todo el conglomerado y que por esa misma apatía terminan convirtiéndose en parte inamovible del paisaje sin que a nadie se le ocurra entrar a modificar esos patrones y ese encasillamiento.

En esta ocasión es preciso referirse a lo que acontece al interior de la Universidad del Tolima, el centro de estudios más importante y de mayor trascendencia de la región.

Importancia que se la otorga tanto el número de alumnos, como el presupuesto que maneja, la cantidad de carreras que ofrece y el acceso que le permite a la educación superior a amplios sectores populares que de otra manera no podrían hacerlo por razones económicas.

Desde hace varios lustros la sede principal y sus alrededores se ha convertido en lugar de confrontación con la Fuerza Pública, los vecinos y sus propiedades y, últimamente, con otros sectores de la misma universidad y las instalaciones de la misma.

De la misma manera se observa cómo se han ido apoderando del campus universitario desde sectores anarquistas hasta grupos decididamente antisociales no solo invaden las áreas de la comunidad universitaria para el comercio de estupefacientes sino también como lugar para el almacenamiento de sus variopintos inventarios.

Un día sí y el otro también las vidrieras de las casas y los comercios de la vecindad padecen las pedreas y las papas bomba de los participantes en las protestas por cualquier razón o controversia que se produzca en el ámbito interno, la localidad, el Departamento, el país o el mundo, que para todo hay pretexto.

El asunto se ha degradado a tal punto que la semana pasada los vándalos la emprendieron contra las mismas instalaciones de la universidad y los vehículos de profesores, administradores y alumnos que estaban parqueados al interior del campus. Con un elemento adicional de perplejidad: nadie parecía conocer el motivo de la agitación y los ataques.

Por supuesto que a la universidad la cobija el manto de la autonomía universitaria, pero esa circunstancias no se puede traducir en impunidad para los desmanes ni irresponsabilidad ante los perjuicios que se derivan dentro y fuera de la institución por cualquier expediente o la más extraña sinrazón.

EL NUEVO DÍA

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