Espacios vitales

Del Bosque de Mariquita solo quedan 100 hectáreas ya que, luego del desastre de Armero, las tierras han sido invadidas y afectadas sin que las autoridades locales y ambientales hayan hecho algo por preservarlas y, por el contrario, se atribuye a un anterior alcalde la promoción de las más dañinas invasiones.

Algunas comunidades cuentan con elementos insustituibles y vitales que les brindan sostenibilidad y que deben ser protegidos a ultranza so pena de poner en juego su viabilidad y factores de habitabilidad.

Si se escudriña entre las razones tenidas en cuenta para sus fundaciones seguramente aparecerán tales factores que se han sostenido a través de los años.

Por supuesto que las fuentes de agua son unos de ellos y se puede decir que no existe ciudad de alguna importancia que no tenga un río que discurra por su entorno. Otros de similar importancia, cuyo valor crece con el tiempo, son las zonas de reservas naturales y bosques que se convierten en pulmones de los centros poblados y hasta regulan el clima y el régimen de lluvias de los asentamientos.

Lamentablemente dentro de nuestra cultura es muy poco lo que se enfatiza sobre la importancia de tan esenciales factores y, mucho menos, se hace por cuidarlos y preservarlos a pesar de que, por esa circunstancia, se está siendo testigo de la mengua y la extinción de tan irremplazables elementos.

En días pasados en este rotativo se volvió a llamar la atención sobre la afectación del Bosque de Mariquita, que algún día fuera el centro de investigaciones del sabio José Celestino Mutis y la Expedición Botánica y se había mantenido como baluarte del bosque tropical en esa zona del mundo.

El bosque que queda (o lo que resta de él) en la salida hacia Falan contaba con 600 hectáreas que daban a Mariquita un clima especial y regulaban la vida del entorno. De la extensión inicial solo quedan 100 hectáreas ya que, luego del desastre de Armero, las tierras han sido invadidas y afectadas sin que las autoridades locales y ambientales hayan hecho algo por preservarlas y, por el contrario, se atribuye a un anterior alcalde la promoción de las más dañinas invasiones.

Guardadas proporciones en Ibagué existe un área que cumple funciones similares y es el único gran pulmón que le queda a la capital del Tolima: el Bosque de San Jorge, que se mantiene gracias a la protección de la comunidad salesiana. Sin embargo, por el norte en la vecindad del barrio Córdoba y al oriente en la parte alta de Calambeo manos inescrupulosas desarrollan una continua labor de zapa y palmo a palmo van “corriendo la cerca” y menguando el área de bosque a la vista de las autoridades que, como Cortolima, la deberían tener como de alta prioridad.

Cuando todo esté consumado, ya no habrá marcha atrás y de nada servirá lamentarse.

EL NUEVO DÍA

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