La indiferencia

A la vez al consumidor final se le incrementa el costo del alimento, pues el costo del transporte desde otras localidades incide en varios cientos de pesos en el valor de la libra al por menor. Todo sin contemplar los problemas de salubridad y abigeato que se generan al incrementarse el sacrificio clandestino.

Casi nula ha sido la reacción ciudadana ante el cierre de la planta de sacrificio de ganado vacuno y porcino de Chapetón de propiedad del Fondo Ganadero del Tolima y llamada Carlima.

Organización que a más de prestar el servicio a ganaderos y porcicultores de la región, a comerciantes de carne, tiene una red de distribución de productos que sumados generan miles de empleos directos e indirectos.

El prolongado cierre se produjo por intervención de Cortolima ante un accidente que afectó las lagunas de oxidación en las que se trata el agua empleada en la faena.

A más de afectar las diversas actividades arriba mencionadas y que van desde la cría y levante hasta la comercialización de la carne y el procesamiento y comercialización de los subproductos, deja el municipio de percibir los ingresos establecidos por el sacrificio.

A la vez al consumidor final se le incrementa el costo del alimento, pues el costo del transporte desde otras localidades incide en varios cientos de pesos en el valor de la libra al por menor. Todo sin contemplar los problemas de salubridad y abigeato que se generan al incrementarse el sacrificio clandestino.

Para algunos cuyos ingresos los hace indiferentes al incremento del precio y ni se inmutarían si solo se comercializara ganado kobe el problema es de poca monta y la ciudad debe acostumbrarse a las prácticas y razonamientos de un mundo globalizado, pero a las autoridades locales, a los gremios de ganaderos y porcicultores, a los comerciantes de carne y subproductos y a los consumidores este es un asunto de primer orden que debe tener solución a la mayor brevedad, a no ser que existan otros problemas en el trasfondo.

Olvidan unos y otros que Ibagué ha visto desaparecer fábricas de gaseosas y cerveza, tostadoras de café y procesadoras de leche, plantas de textiles y confecciones, y tantas otras instalaciones que a más de generar valor agregado eran fuente de empleo bien remunerado que daba una dinámica económica distinta a la región que se ha ido perdiendo ante la indiferencia de muchos.

No se puede permitir que Carlima siga el mismo camino.

REDACCIÓN EDITORIAL

Comentarios