Para imitar

Una vez elaborada la extensa recopilación se ha procedido, con el Código de Policía y con los organismos de control, a establecer sanciones e imponer las multas correspondientes que han de producir escarmiento a los transgresores, quienes, además, deben restaurar lo afectado y limpiar el desorden generado.

La Policía en conjunto con organismos de control del Distrito Capital se empeñó en una tarea para configurar un prontuario de las empresas y personas que más contribuyen a contaminar visualmente el espacio público y el panorama en Bogotá.

En su tarea para documentar las agresiones levantaron irrebatibles documentos gráficos, con ubicación física de los abusos, que se convierte en prueba del desprecio por la ley, el entorno, la falta de cariño por su ciudad y el desapego por sus conciudadanos de parte de diferentes organizaciones y personas en la capital de la República.

El deterioro visual y estético se articula mediante el uso de carteles, pancartas, pasacalles, avisos, calcomanías y hasta burdos brochazos que empobrecen paredes, murallas, parques, avenidas, señales de tránsito y amoblamiento urbano. En edificios públicos, paraderos, viaductos, puentes, andenes, árboles, postes y viviendas.

Escudriñando el material se descubren promotores artísticos, oferentes de servicios, constructores, urbanizadores, organizadores de conciertos y rumbas, aspirantes a cuerpos colegiados, curtidos políticos y movimientos y partidos políticos de proyección nacional, hasta educadores y dueños de instituciones educativas.

Una vez elaborada la extensa recopilación se ha procedido, con el Código de Policía en la mano y en coordinación con los diversos organismos de control, a establecer las sanciones e imponer las multas correspondientes que, a no dudarlo, han de producir escarmiento a los transgresores, quienes, además, tienen la obligación de restaurar las áreas afectadas y limpiar el desorden generado.

Lo realizado en Bogotá, con los mismos instrumentos y unas pequeñas dosis de curia y amor por el terruño, se puede replicar en las diferentes regiones y, por supuesto, en Ibagué, que parece tierra de nadie hollada por grafiteros de precaria destreza, hinchas futboleros que parecen evadidos de centros carcelarios y empresarios de dudoso cuño que, sin empacho, degradan la ciudad que los acoge y les provee el sustento.

REDACCIÓN EDITORIAL

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