Estupidez y estulticia

Con tristeza y pasmo debe registrarse que las 16 estaciones de medición instaladas por Ingeominas, el Observatorio Vulcanológico y los organismos de atención de emergencias y destinadas a monitorear el comportamiento del volcán han sido saqueadas de elementos esenciales para su funcionamiento que, en general, son piezas que solo sirven para los propósitos que han sido instaladas

Han transcurrido 29 años de la catástrofe de Armero en la que por la furia de la naturaleza y la desidia de las autoridades perecieron miles de personas y otras más quedaron sin hogar ni sustento. El norte del Tolima vio destruido su eje empresarial y el centro comercial y cívico de toda esa comarca. Puede decirse que seis lustros después la región no se recupera del desastre.

Por estos días los organismos de prevención y las autoridades de las comunidades situadas en las laderas del volcán nevado del Ruiz se han reunido y han advertido a los habitantes de las poblaciones circunvecinas sobre una nueva actividad del volcán, de manera que se reafirma la alerta amarilla por razón de las columnas de vapor y los tremores que se detectan en el Observatorio Vulcanológico de Manizales.

Coincide la alerta con una cruda temporada de lluvias que ha, poco menos, que destruido toda la precaria red de carreteras que comunica a las comunidades situadas en las laderas del volcán y que, en caso de emergencia, serían la ruta de evacuación de cientos de familias, por lo que no sobra urgir a los organismos de prevención de desastres y a las autoridades nacionales y departamentales para desarrollar las actividades que se requieran para habilitar los carreteables y tener disponibles las dotaciones y equipos humanos y materiales que puedan ser utilizados en una emergencia.

Con tristeza y pasmo debe registrarse que las 16 estaciones de medición instaladas por Ingeominas, el Observatorio Vulcanológico y los organismos de atención de emergencias y destinadas a monitorear el comportamiento del volcán han sido saqueadas de elementos esenciales para su funcionamiento que, en general, son piezas que solo sirven para los propósitos que han sido instaladas. Por supuesto que no es posible tener guardianes para cada uno de los equipos, diseñados para operar automáticamente y enviar los datos electrónicamente.

Ante tamaña estupidez y un signo superlativo de estulticia y desprecio por la vida de sus semejantes solo resta recurrir a la colaboración de los vecinos para salvaguardar los equipos y aplicar las más duras sanciones a los desadaptados que así actúan.

REDACCIÓN EDITORIAL

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