Editorial: Terrorismo real y virtual

Ojalá las pesquisas de las autoridades en procura de encontrar a quienes han promovido el terrorismo virtual (quien sabe si al otro también) tengan éxito y den con los saboteadores. Sin miedo a que luego acusen a los investigadores de participar en una persecución política o los señalen en tribunales internacionales.

No se sabe si es producto de la paranoia o fruto de una proclive intención pero lo acontecido en Bogotá a mediados de la semana pasada no permite la unificación de criterios acerca de lo sucedido, sus autores e intenciones.

Fueron dos bombas de similar confección, que explotaron en las sedes, distantes entre sí, de la administradora de pensiones y cesantías Porvenir. Las explosiones fueron precedidas por avisos telefónicos que buscaban hacer menos mortífera la conflagración y, minutos después, fueron complementadas con dos explosiones de bombas panfletarias en el centro de la capital.

Los atentados dejaron un herido grave, seis leves y millonarios daños físicos se realizaron en las fechas usuales en las que el ELN conmemora su fundación y demuestra que siguen vivos y con capacidad de hacer daño.

En esta ocasión y como obedeciendo a una consigna metódicamente preparada se inició una segunda fase, en este caso, de terrorismo virtual, en la que por los medios electrónicos y redes sociales se creaba la incertidumbre acerca de más atentados y explosiones, sobre el ocultamiento de los hechos violentos y las víctimas por parte del Gobierno y con reclamos para que el Presidente Santos renunciara.

Con una agilidad asombroso un caballerito de industria, nieto del palafrenero de los Ochoa, encabezó las arengas en las redes sociales, con referencias al nombre de la empresa donde habían ocurrido los atentados. Simultáneamente hicieron la aparición en los sitios de las bombas unos jovencitos que hacían promoción a un candidato a la Alcaldía de Bogotá ya aseverar que en su providencial mandato nada así ocurriría. Seguramente no por su experiencia en actividades de inteligencia o militares, pues salta a la vista que ni unos ni otros, ni candidato ni agitadores pagaron servicio militar ni les favorece el caletre, pero seguramente sí tienen cercanías con grupos con experiencia en control violento de territorios a los que volverían a invitar para aposentarse en la capital.

Ojalá las pesquisas de las autoridades en procura de encontrar a quienes han promovido el terrorismo virtual (quien sabe si al otro también) tengan éxito y den con los saboteadores. Sin miedo a que luego acusen a los investigadores de participar en una persecución política o los señalen en los tribunales internacionales.

REDACCIÓN EDITORIAL

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