Editorial: Ante las cifras

Por supuesto que más vale tarde que nunca y lo que realmente perturba es que lo ocurrido ha sido insistentemente anunciado por sectores económicos y políticos a los que no se atendió por un errado criterio de modernidad y de una ceguera combinada con terquedad hasta llegar a la penosa situación actual.

El ministro de Agricultura, Aurelio Iragorri, acaba de revelar, en compañía del director del Dane, Mauricio Perfetti, los primeros avances del Censo Agropecuario, una información que no había sido actualizada por 46 años, motivo por el cual la política agropecuaria de los diferentes gobiernos había sido diseñada sin referencias confiables ni datos comparativos.

Lo que se ha conocido hasta ahora viene a refrendar lo que muchos sostenían sin el apoyo de cifras básicas: el campo colombiano padece un atraso inconcebible, más de 45 millones de hectáreas de tierras productivas están abandonadas o subutilizadas y las erradas políticas de apertura indiscriminada y carencia de apoyo a los agricultores solo han acrecentado la vulnerabilidad de sectores fundamentales, cuando no los han hecho desaparecer.

Aunque parezca de Perogrullo y conste en estudios, propuestas, críticas, análisis y recomendaciones el Censo indica que se ha puesto en juego nada menos que la seguridad alimentaria del país, y sectores como los cereales y las leguminosas, que anteriormente se producían a punto de la autosuficiencia, ahora prácticamente han quedado borrados y en gran medida tienen que importarse, situación que se agrava ante el impredecible aumento del precio del dólar.

Como si no se hubiera reclamado suficientemente por un cuarto de siglo, ahora viene a descubrirse que el país pasó de importar 300 mil toneladas de alimentos a más de 9.5 millones de toneladas de alimentos y productos del agro tales como trigo, maíz, cebada, fríjol y lentejas. Como si se estuviera descubriendo la importancia del agua en la navegación se preconiza ahora la sustitución de importaciones, mediante el uso de tierras desaprovechadas y para el efecto se anuncian subsidios condicionados, transferencia tecnológica y apoyo gubernamental al campesino, para retenerlo en el campo, atender las necesidades del país y generar los excedentes que han de comercializarse en los mercados externos.

Por supuesto que más vale tarde que nunca y lo que realmente perturba es que lo ocurrido ha sido insistentemente anunciado por sectores económicos y políticos a los que no se atendió por cuenta de un errado criterio de modernidad y de una ceguera combinada con terquedad hasta llegar a la penosa situación actual.

REDACCIÓN EDITORIAL

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