Editorial: De Nuevo Villarrica

La zona es un compendio de las muchas violencias vividas en territorio tolimense. El lugareño sobreviviente les tiene a estos períodos denominaciones particulares: “La Guerra de Ospina”, “la Guerra de Laureano”, “la Guerra de Rojas”, “la toma del 99”.

En la edición de este rotativo del pasado domingo el lector tuvo oportunidad de leer una extensa crónica sobre el municipio tolimense de Villarrica en el cual se ha de establecer una de las zonas veredales transitorias dentro del proceso de dejación de armas de las Farc.

El sitio escogido llamado La Colonia es a todas luces apropiado tanto por su sentido histórico como por disponer de las instalaciones requeridas para alojar por un período considerable a numerosos desmovilizados.

Las instalaciones de la que fuera una importante institución educativa de los cafeteros (hoy desocupada) solo requiere de ligeros ajustes para hacerla habitable y, si se quiere, puede servir simultáneamente como escenario educativo en el que puede iniciarse el largo e indispensable proceso para una guerrilla que requiere de un efectivo y prolongado trabajo en ese campo. Que se puede y debe complementar con capacitación en tareas agropecuarias, dada la composición de los contingentes guerrilleros.

La zona es un compendio de las muchas violencias vividas en territorio tolimense. Los lugareños sobrevivientes les tienen a estos períodos denominaciones particulares: “La Guerra de Ospina”, “la Guerra de Laureano”, “la Guerra de Rojas, “la toma del 99”.

La tierra y las instalaciones tienen cicatrices similares a las de las personas. Cerca de allí (en Cunday) funcionó un campo de concentración con muy similares características a las establecidas por los Nazis en Europa en la Segunda Guerra Mundial.

Las ruinas de la iglesia bombardeada quedan cerca de un hospital abandonado, los cráteres de las bombas están detrás de las casas de la docena de familias que aún habitan allí y en ese municipio se desarrolló el primero y eficaz programa del naciente Incora (que bien podría replicarse en una región aislada y con graves problemas geológicos).

Al fondo se observan las cimas de Galilea con reminiscencias de conflictos por los baldíos, extraños negocios originados en la Universidad del Tolima, territorio sagrado para ecologistas y fuente de agua en la mira de los depredadores.

Como se puede deducir es el laboratorio perfecto en donde se puede jugar el futuro de la paz, que no es otro que el de Colombia.

REDACCIÓN EDITORIAL

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