La UT que dejaron

Hoy a pesar de los problemas, se habla de una nueva historia con la llegada de Ómar Mejía, quien parece viene recuperando la confianza, a pesar de la desinformación y el aparente interés de algunos de torpedear su corta gestión.

a historia reciente de la Universidad del Tolima ha estado marcada por irregularidades, polémicas y escándalos que han incluido denuncias por corrupción y nepotismo. Basta con recordar a Jesús Ramón Rivera, quien permaneció 11 años como rector e hizo de esta una pequeña empresa en la que trabajaban sus familiares y amigos. Al menos así lo denunciaron los diferentes estamentos universitarios, e incluso el periodista Daniel Coronell, en una de sus columnas en Revista Semana.

Lo cierto, es que con la renuncia de Rivera Bulla, en 2012, los problemas de la UT no se acabaron. Con la llegada de José Herman Muñoz, la Universidad del Tolima se daba el lujo de ser direccionada por un destacado doctor en física, autor de múltiples artículos científicos y ganador del famoso Premio Weizmann, en México. No obstante, aquellos méritos académicos no fueron suficientes y la UT, en manos del brillante profesor, se vio sumida en quizá la peor crisis financiera de su historia.

Hoy luego de tres meses de que Muñoz dejara la rectoría, los números indican que durante su periodo la Universidad pasó de tener un superávit de siete mil millones de pesos a un déficit de 19 mil millones. Las cifras expuestas por Ómar Mejía indican que el déficit es de 24 mil millones, lo que lo pone en aprietos, aunque parece ha sabido capotear los problemas financieros con el apoyo de la Gobernación de Barreto.

Un aumento considerable de los gastos de funcionamiento, la desmedida contratación de personal a través de órdenes de prestación de servicio y la disminución de estudiantes matriculados fueron algunas de las causas de la crisis. Hoy es imposible negar que Muñoz Ñungo y su equipo directivo no fueron capaces de ofrecer aquella cobertura con calidad de la que hablaban, sin afectar las finanzas. Actualmente siguen pasando factura las malas decisiones administrativas, como aquella de elevar las exigencias para estudiar en la modalidad a distancia, en la que la UT recaudaba una buena cantidad de recursos.

Por supuesto que la politiquería también infiltró los corredores del campus universitario, y ese ha sido quizá uno de los problemas más graves que arrastra la universidad desde hace tiempo. Resulta bastante difícil escapar de aquella práctica perversa, cuando quien preside el máximo órgano de dirección de la universidad es el gobernador de turno.

Hoy a pesar de los problemas, se habla de una nueva historia con la llegada de Mejía, quien parece viene recuperando la confianza, a pesar de la desinformación y el aparente interés de algunos de torpedear su corta gestión. El reto es enorme en tan poco tiempo, y solo en septiembre del año próximo sabremos si su accionar fue positivo para la UT. En ese sentido, y pensando en el futuro de la única universidad pública de la región, deseamos que así sea.

REDACCIÓN EDITORIAL

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