La Buenaventura de nadie

Vergonzosamente, Buenaventura en pleno 2017 no cuenta con el suministro de agua potable las 24 horas, ni con un hospital de segundo o tercer nivel para atender las emergencias que se presentan, y eso a nadie más que a ellos pareciera importarle.

Contrario a lo que dice aquella famosa canción del Grupo Niche, en los últimos años nadie ha “llevado en el alma” a Buenaventura. El puerto durante décadas ha sido víctima del abandono estatal, de la corrupción y del fragor de la guerra entre el Ejército, las Farc y las bandas criminales de los paramilitares. Esa bomba de tiempo terminó por explotar la semana pasada cuando una gran cantidad de porteños decidieron unirse a los distintos sectores que se encuentran en paro en Colombia.

La petición de los bonaverenses no era otra más que decretar la emergencia social y económica ante los problemas estructurales que a lo largo del tiempo los han azotado. Vergonzosamente, Buenaventura en pleno 2017 no cuenta con el suministro de agua potable las 24 horas, ni con un hospital de segundo o tercer nivel para atender las emergencias que se presentan, y eso a nadie más que a ellos pareciera importarle. Eso sumado a los altos niveles de analfabetismo, así como los de desempleo que influyen en que un 64% de los habitantes de Buenaventura se encuentren sumidos en la pobreza extrema.

A las manifestaciones lideradas entre otras personas por el padre Jhon Reina, luego de que no prosperara la mesa de diálogos con el Gobierno nacional, la Policía respondió con represión y gases lacrimógenos, que terminaron de caldear los ánimos y que le dieron entrada a otro tipo de actores, quienes aprovecharon el desorden para saquear almacenes, tiendas, y cajeros automáticos. 80 personas detenidas fue el saldo de la jornada vandálica, que en efecto empañó el justo reclamo de los habitantes de Buenaventura, quienes al día siguiente, y con la humildad que los caracteriza, madrugaron a barrer y a recoger los estragos que dejaron los desmanes de los inconscientes.

Hoy es necesario decir que ante la crisis que afecta el puerto de la costa pacífica, ha fallado históricamente el Gobierno nacional, y todos y cada uno de los inquilinos de la Casa de Nariño, pero también han fallado los políticos del Valle, y que han mirado a Buenaventura para lucrarse y acaparar votos, pero nunca para gestionar las ayudas que tanto necesitan, entre ellos su actual gobernadora. Es inadmisible pensar que una ciudad estratégica, y que a través de su puerto mueve el 80% de las importaciones de café, principal producto de nuestro país, y envía el 60% del total del comercio marítimo de Colombia, tenga que sobrevivir en condiciones tan extremas.

Cincuenta mil millones de pesos en pérdidas para la industria del país, ha dejado como saldo económico el paro que le ha impedido a más de 2.600 tractocamiones realizar sus cargas. Datos que muy seguramente servirán para que algunos dimensionen, si es que aun no lo hacen, la importancia de llegar a consensos con los manifestantes, quienes en lugar de bombas de aturdimientos y gases, merecen como colombianos toda atención y solidaridad en su digna rabia.

REDACCIÓN EDITORIAL

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