Parejas sin hijos

No harían falta estadísticas para medir también el gran número de personas casadas, y que en común acuerdo se abstuvieron de procrear, para dedicarse el uno al otro y a sus prioridades y sueños. Todas y cada una de las personas tienen distintas perspectivas y apreciaciones sobre la vida y el éxito, respetables todas de por sí.

Hay algo claro e inocultable frente al tema de la familia y es que el modelo ha cambiado con el pasar de los años. Hoy es innegable decir que factores políticos, económicos y sociales, han contribuido para que la composición de un hogar sea distinta a como la conocimos hace varias décadas y generaciones atrás, empezando por la desintegración en la mayoría de casos de la base compuesta por papá y mamá. La masificación de unión entre parejas del mismo sexo, así como la proliferación de los divorcios, ha influido en ello notoriamente.

Hace unos días, la Universidad de la Sabana publicó los resultados de un estudio que realizó y que buscaba medir el deseo de los colombianos de tener hijos. Lo reportado mostró que hoy un 59% de los encuestados no desea tener descendencia a causa de distintas razones.

Tal medición concuerda con una serie de casualidades y argumentos de gran sentido y validez para muchos, y confirman el giro que ha tenido la concepción familiar de hoy en día, así como las prioridades de las personas en el mundo, pues, aunque el estudio se base en Colombia, por el mismo camino ha ido la tendencia en países desarrollados.

Lo primero es la falta de información y aprobación social de los métodos de planificación sexual en las generaciones que nos antecedieron. Anteriormente era común y hasta un halago que las “matronas” tuvieran más de cinco hijos, y aquello era digno de status y orgullo, pues las costumbres y formas de éxito de ese entonces apuntaban a que las mujeres eligieran marido, se casaran y tuvieran varios hijos.

Actualmente y a diferencia de ello, hoy el éxito se mide profesionalmente, en los logros tanto académicos como laborales, y aquello dista un poco de la dedicada y loable labor de un padre de familia.

Sumado a ello, y a los factores económicos que difieren que un hijo representa un gasto monetario considerable, las causas sociales tienen también su influencia. La preocupación por traer un hijo al mundo, se sustenta en las complejas condiciones que nos rodean actualmente, y que suponen una vida cada vez más compleja, llena de incertidumbres y retos que afrontar.

Lo que no debería pasarse por alto, es que en efecto la decisión de tener hijos corresponde estrictamente a la mujer y a su pareja, y no debería ser motivo de crítica o burla por parte de nadie.

No harían falta estadísticas para medir también el gran número de personas casadas, y que en común acuerdo se abstuvieron de procrear, para dedicarse el uno al otro y a sus prioridades y sueños. Todas y cada una de las personas tienen distintas perspectivas y apreciaciones sobre la vida y el éxito, respetables todas de por sí.

REDACCIÓN EDITORIAL

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