Ya no hay lugar seguro

No bastó el cruel asesinato de Yuliana Samboní en Bogotá, ni el caso de la pequeña Sarita en Armero, para que a través del inmenso dolor que produjeron sus violaciones y posteriores homicidios, se generara un remezón en un problema que nos toca, y corresponde combatir a toda la sociedad colombiana.

Ya ni en las casas, ni en los colegios parecieran estar seguros nuestros niños. Más allá de endurecer las penas en contra de los maltratadores y abusadores de los más pequeños, cosa que está lejos de ocurrir, pareciera que no hay salida para el problema de fondo, que ha cobrado miles de víctimas en Colombia, ante la indolencia y la pasividad de muchos.

No bastó el cruel asesinato de Yuliana Samboní en Bogotá, ni el caso de la pequeña Sarita en Armero, para que a través del inmenso dolor que produjeron sus violaciones y posteriores homicidios, se generara un remezón en un problema que nos toca, y corresponde combatir a toda la sociedad colombiana.

Esta semana, la Secretaria de Educación Municipal, Tatiana Aguilar, remitió a la Fiscalía seis casos por aparente acoso sexual a estudiantes por parte de docentes de instituciones educativas como la Miguel de Cervantes, el Jorge Eliecer Gaitán, y la Normal Nacional, cosa que resulta lamentable, y a la que hay que ponerle toda atención y cuidado. La funcionaria manifestó que en este momento algunos de los docentes están en periodo de vacaciones, y los involucrados, además de enfrentar las investigaciones del ente acusador, serán reubicados y trasladados. Aunque lo más lógico es que aquello ocurra, resulta algo absurdo, que los mismos en lugar de ser destituidos o sancionados, puedan seguir haciendo de las suyas en otros colegios y con otros menores que no tendrán idea de sus antecedentes.

Resulta entonces más que necesario pedirle a la Fiscalía, que acelere las investigaciones pertinentes frente a lo denunciado por la Secretaria (ojalá no hayan llegado los expedientes a las manos de la fiscal Chalarca), y que, en caso de encontrar culpables, se castigue con severidad, a quienes hayan cometido algún acto indebido en medio de los salones de clases. La responsabilidad de velar para que ese tipo de cosas no sucedan debe recaer en las directivas de los diferentes colegios, razón por la cual, se hace más que urgente, que los mismos, se concienticen no solo de ese problema, sino de otros tantos flagelos que hoy están a la orden del día. El suicidio, el abuso de drogas, la depresión, entre muchos otros asuntos, deben ser tratados con la disciplina y juicio que lo ameritan, y no como una materia o tema de relleno en las horas libres.

A diferencia de los niños, las jóvenes y adolescentes, tienen mayor oportunidad de poner en conocimiento de las autoridades, en caso de que estén siendo ultrajados, acosados, abusados o violentados, a cargo de cambiar una nota, o la amenaza de hacer perder una asignatura, sin olvidar la responsabilidad de padres de familia, quienes no se pueden desentender de los problemas de sus hijos en el colegio.

Nosotros, estaremos vigilantes ante dichas denuncias.

REDACCIÓN EDITORIAL

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