A Flavio Calle Zapata

La reconciliación, el perdón, el amor al prójimo, entre muchas otras virtudes, nos acompañarán mientras las enseñanzas de Monseñor se queden atesoradas en cada uno de nosotros.

El pasado 22 de agosto se cumplieron 50 años de vida sacerdotal de Monseñor Flavio Calle Zapata. Las llamadas bodas de oro, de una vida al servicio de los feligreses, y principalmente de Dios, como representante suyo en la tierra, y durante los últimos 15 años en la Tierra Firme colombiana, a donde llegó en el año 2003, a ejercer como Arzobispo de la Iglesia Católica, tiempo en el que se ha ganado el amor, el cariño y el respeto del pueblo ibaguereño.

Son cinco décadas de trabajo incesante, de escuchar y dialogar con la gente, como ha sido su costumbre y de concertar en medio de las diferencias de las personas, en medio de la guerra en Antioquia, incluso políticas, tal y como ocurriera hace un año, cuando Monseñor, con esa nobleza que lo caracteriza, por iniciativa propia, quiso ser puente de armonía entre el alcalde Jaramillo, y al gobernador Barreto, en un momento en el que los ataques verbales iban y venían.

Monseñor siempre supo que quería servirle a Dios. La visión humanitaria y los anhelos de formarse como sacerdote, nacieron a corta edad, primero en el Seminario Menor, y tiempo después en el Mayor, donde fue ordenado por el Papa Pablo VI, en el Templete Eucarístico de Bogotá, en la primera vez que un Papa visitaba nuestro país, eso hizo su ordenación mucho más especial. Ha sido apóstol de la juventud, párroco, formador, y si se quiere, educador y docente de los distintos temas que reclamaba su comunidad. Quizás aquello, y las distancias con los temas radicales, pero la cercanía con las necesidades apremiantes de hoy, y los temas que hace 20 años eran tabú o prohibidos, lo han llevado a ser un referente, y un hombre de honor, respetado y querido, incluso por personas ajenas al catolicismo, tal y como ha ocurrido con el Papa Francisco.

Innumerables serían los casos y las personas que han sentido la unción y bendición de Monseñor Flavio en estas bodas de oro, así como probablemente lo sean los ibaguereños, que lo extrañarán, en días no muy lejanos, pues Monseñor ha expresado que su renuncia por tiempos y ciclos al arzobispado está muy cerca.

Aprovechamos este espacio, para agradecerle entrañablemente su labor en Ibagué, reconocerle toda una vida llena de múltiples valores al servicio de los demás, y para recordarle que la Ciudad Musical siempre será su casa. Personas como Flavio Calle Zapata, sean dos o quince años que transiten por Ibagué, dejan una huella indeleble, y un legado, que como medio de comunicación nos compete transmitir y recordar.

La reconciliación, el perdón, el amor al prójimo, entre muchas otras virtudes, nos acompañarán mientras las enseñanzas de Monseñor se queden atesoradas en cada uno de nosotros.

REDACCIÓN EDITORIAL

Comentarios