Un proceso doloroso, pero necesario

Los secuestros destruyeron sus vidas y sus familias, los dejaron en la miseria y les quedaron secuelas insuperables.

El pasado viernes se cumplió en Ibagué la primera audiencia regional en la que exintegrantes del Comando Conjunto Central de las Farc (CCC) reconocieron públicamente su responsabilidad en secuestros cometidos en el Tolima, Huila y Quindío. Nuestro Departamento fue uno de los más afectados por el conflicto y recordar esos brutales episodios reabren heridas que aún no cicatrizan.

En la audiencia comparecieron 10 exmandos de las Farc que reconocieron los secuestros: Luis Eduardo Rayo, alias Marlon; Enoc Capera Trujillo, alias Giovanni; John Jairo Oliveros Grisales, alias Armando Pipas; Nelson Antonio Jiménez, alias Gonzalo; Édgar Ramírez Medina, alias Onofre; Víctor Hugo Silva, alias Chivo; Álvaro López López, alias JJ; Gustavo Bocanegra, alias Donald; Wilson Ramírez Guzmán, alias Teófilo González, y Raúl Agudelo Medina, alias Olivo Saldaña. 

En junio del año pasado, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) les imputó cargos, enmarcados en el macrocaso 01 (toma de rehenes, homicidio, atentados a la dignidad personal, tratos crueles e inhumanos; asesinato, desaparición forzada, esclavitud, violencia sexual y tortura). El CCC es responsable de por lo menos 64 secuestros, pero la JEP tiene 155 víctimas acreditadas por estos hechos. Los crímenes investigados están comprendidos entre 1993 y 2012.

Ocho de las víctimas relataron la tragedia que vivieron por culpa de las Farc. Los secuestros destruyeron sus vidas y sus familias, los dejaron en la miseria y les quedaron secuelas insuperables. Uno de los presentes fue Mario Montoya, secuestrado en Venadillo en febrero de 2009, quien rememoró el calvario que tuvo que pasar, porque era solo un trabajador, carecía de fortuna, debió endeudarse para pagar el rescate y todavía, después de 15 años, no ha podido saldar sus deudas. Además, le causaron daños irreparables a su familia y no ha logrado conseguir trabajo de nuevo.

Por su parte, los exguerrilleros reconocieron su culpa, los perjuicios que les causaron a las víctimas y sus seres queridos y que, con sus actuaciones, ocasionaron graves daños a la economía y retrasaron el desarrollo de las regiones. “Me declaro culpable de los delitos como el secuestro y el sufrimiento que conllevó, culpable por lo que ustedes padecieron, por las torturas que vivieron en medio del cautiverio. Mi responsabilidad en el secuestro la acepto. No quiero ni pretendo justificar este acto doloroso”, dijo el exguerrillero Víctor Hugo Silva, alias El Chivo.

El encuentro cara a cara entre las víctimas y sus victimarios ayuda a las primeras a que exijan respuestas e indemnización por los perjuicios que les causaron, y a los segundos el reconocimiento de responsabilidades. Es un proceso doloroso, pero necesario, para llegar a la comprensión del conflicto, acceder a la verdad y esperar justicia y reparación.

El Nuevo Dia

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