Debemos ser testigos de Dios

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Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: ¿Tenéis ahí algo de comer? Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.

Y les dijo: Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.

Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras °°° Lucas 24,35-48. El objetivo de nuestro cristianismo es ser testigos del resucitado; así lo afirma Pedro predicando en casa del centurión romano Cornelio: “Nosotros somos testigos de todo lo que hizo Jesús de Nazaret en la región de los judíos y en Jerusalén; a quien mataron colgándolo de un madero; a éste Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todos el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano…. (Hechos 10, 39-41).

Los apóstoles tenían la razón en afirmar su condición de testigos del resucitado, es que el mismo Jesús les había encomendado esa misión (Hechos 1,8). La fe de la Iglesia se basa sobre el testimonio de los apóstoles, para nosotros los católicos es definitivo entender, lo que ellos vieron, creyeron y anunciaron. El apóstol es en primer lugar un hombre de Dios, una mujer de Dios, es quien lo experimenta presente y cercano en la historia. En segundo lugar su raíz última y su fuente proviene de una profunda experiencia de Dios, sin ello no se entiende su misión, sin ello todo su quehacer es infecundo.  

Lo que debe anunciar y creer el apóstol es al mismo Dios que él ha experimentado, el Dios de los vivos y de los muertos, el Dios que se apareció muchas veces a sus apóstoles, al Dios de las bienaventuranzas, un Dios que hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos (Mateo 5,45).

Es ese mismo Dios que ama a ingratos y a malos (Lucas 6,35). Es también un Padre, cuyos caminos no son nuestros caminos (Isaías 55,8-9). Es Dios quien nos transforma en hijos suyos, en hermanos de los demás (Romanos 2,8).

Cuida tu salud: Ser testigo de Jesucristo tiene todas las ventajas de vida, al contrario, si te quedas en testigo del mal, te haces mal a ti mismo y lastimas a los demás.
 
Padre, Jairo Yate Ramírez
Arquidiócesis Ibagué

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