El único que juzga con amor, se llama Dios

«Maestro, a esta mujer la sorprendimos en el momento mismo de cometer adulterio. Y en la Ley nos mandó Moisés que a esas personas hay que darles muerte apedreándolas. ¿Tú qué dices?» «¡El que no tenga pecado, que le tire la primera piedra!» y se volvió a inclinar y siguió escribiendo en el suelo. Juan 8,1-11.

El caso del adulterio no es que se quede en la penumbra ante el perdón y la misericordia; nos sirve como reflexión, para que podamos ver el mal que encierra este tipo de falta: Una persona en adulterio, destruye el valor de la familia, el valor de los hijos, el valor de la dignidad, el valor de la fidelidad, el valor del respeto, el valor del amor. Quebranta los sentimientos de la otra persona, anula la confianza, pierde el puesto de responsabilidad que tenía frente a su familia, ya no hay autoridad moral en esa persona. No hay nada que justifique el adulterio, al contrario es un desorden grave de comportamiento en la conciencia.

Contemplemos y evaluemos el pasado para proyectar y sostener el futuro. Es necesario ubicarse  frente a una escena muy conocida por el mundo católico “la mujer adúltera”. Caso que aprovecha Jesús para darnos una gran enseñanza. “El que esté sin pecado, que tire la primera piedra”. Frase que con el tiempo se convirtió en un aforismo popular. La no lectura del espíritu categórico como lo dijo el Señor, se presta para ser un arma de doble filo.  La pretensión no es interrumpir el diálogo, no es impedir que los demás se expresen, no es cerrarle las puertas a la opinión; es una invitación abierta a tener a Cristo como punto de referencia para el juicio de nuestros propios actos.

El juicio imprecativo nunca ha servido como método de cambio y orden social. La corrección fraterna que nace del amor al hermano y la necesidad de desear lo mejor para los demás, es el camino que indica Dios en su Reino: El Hijo de Dios actúa conforme al pensamiento de su Padre celestial y no conforme a la forma común de pensar en hombres y mujeres.  Cuida tu salud: Nunca lances una piedra contra los demás, se puede devolver y te abrirá una gran herida.



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