En apenas tres meses, Guillermo Alfonso Jaramillo logró dar un matiz diferente a la política local, despertando la atención de los escépticos y pesimistas, que ante las críticas y los cuestionamientos, no solo a la reciente administración sino también a las que la han antecedido, reclamaban un cambio para la Capital Musical.

Su candidatura, según explicó él mismo, surgió por petición de la misma ciudadanía, que veía en el exgobernador del Tolima una oportunidad real de cambio ante el continuismo que se había perpetuado en el poder durante más de una década.

Con una campaña austera y sin el aval de un partido tradicional, Jaramillo supo explotar su experiencia y trayectoria política, utilizando un discurso directo y recurriendo a actos simbólicos, que tuvieron buena recepción entre la opinión pública. 

De esta forma, Jaramillo logró que su candidatura creciera vertiginosamente en la recta final por la Alcaldía, asegurándose una parte del voto de opinión, que se creía inexistente en Ibagué. Así mismo, el apoyo de los partidos tradicionales resultó clave para que lograra más de 63 mil votos en las urnas.

El haber ponderado como propuestas de gobierno la culminación del Acueducto Complementario, la implementación del Setp y la oposición férrea contra la megaminería y el haber iniciado un concurso de méritos para la elección de gerentes y directores de varías secretarías e institutos de la Administración municipal, para algunos son señales de un gobierno inédito para Ibagué.

Así mismo, la inclusión y la convocatoria de diversos sectores sociales como las comunidades afrodescendientes, indígenas, Lgbti y personas con discapacidad, dan luces de que Jaramillo ha iniciado la renovación y el cambio que los ibaguereños reclaman y por el que le apostaron a su elección. Sin embargo, habrá que esperar a que comience su gobierno, para ver si las expectativas y esperanzas que los ibaguereños depositaron en él significarán un nuevo rumbo a la ciudad.