La amenaza y la tragedia del mercurio

Esto es un homenaje a los mineros desaparecidos en la mina de cobre de Payandé, a los frustrados mineros de el Dorado en Ataco, a todos los sombrereros, a los agricultores que murieron untados de mercurio, a la familia Monak, a los pescadores de la Bahía de Cartagena, a los sobrevivientes de Minamata en Japón,

a los odontólogos que se negaron a usar el  mercurio, y a todos aquellos consumidores de pescado que llevaban a su mesa comida  repleta de mercurio, pero especialmente a los futuros intoxicados con el mercurio que liberarán las  empresas mineras del Tolima, que como Anglogold pretenden  ignorar el impacto sobre las futuras generaciones de  tolimenses.


El mercurio en las plantas
En los esfuerzos por lograr una buena deformación académica, devoré un libro sobre el control de las enfermedades de las plantas- escrito por el Dr. Carlos Garcés- el cual era como una especie de biblia en esas áreas profesionales:

Para la exclusión de Fitopatógenos…….. Mercurio    
Para proteger semillas………. Mercurio
Para heridas vegetales……….. Mercurio

Todas las formas orgánicas e inorgánicas del mercurio eran recomendadas en la agronomía moderna y nunca se hizo mención a las precauciones para el manejo de tóxicos mercuriales. Era muy frecuente ver bultos de semillas, teñidas con químicos rojos, a las cuales se habían aplicado mercurio, lista para la siembra. El mercurio se estaba convirtiendo en el gran aliado, sin el cual no habría salvación.

La familia Monak en Ibagué
Esta licencia para matar, la 007 que nos entregaron en la Universidad Nacional, se invalidó éticamente cuando la familia Monak contribuyó con los muertos de provincia a la amenaza planetaria del mercurio… muertos sin repercusión histórica.

El arroz trillado de Ibagué
El Cronista, periódico del pueblo, registró el 19 de abril de 1967, la tragedia que comenzó en Ibagué, cuando José Manuel Monak Puertas recibió un bulto de arroz con cáscara que había sido tratado con mercurio, para destinarlo a la siembra. El arroz fue trillado y consumido por la familia y veinte días después comenzó un síndrome desconocido para los médicos. Entre consultas y peregrinaciones entre los médicos y hospitales se detectó el mortal mercurio en el arroz, en la sangre y orina de los Monak, la suerte estaba sellada.

La niña de los Monak, de nueve años, murió envenenada, su hermano de ocho quedó ciego y con ataques de locura esporádicos. La menor de siete años fue sometida a un tratamiento y se recuperó fácilmente. El resto de la familia padece secuelas físicas y psíquicas.

Pero fueron muertos de provincias. Aun tendríamos que esperar hasta el 14 de marzo de 1975, para que el Ministerio de Agricultura le suspendiera la licencia 007 al mercurio en el territorio nacional.

El sombrerero loco de alicia en el país de las maravillas
El sombrerero abrió mucho los ojos al oír estas palabras, pero todo lo que dijo fue:
“Por qué se parecen tanto los cuervos a las mesas de escritorio?”.
Allí estaba al frente de un personaje que irradiaba admiración. Mientras elaboró otra pregunta: -“Pretendes hacerme creer que decir: yo veo lo que como es igual que decir yo como lo veo?”.
Sentí (con sentimientos infantiles) que el sombrerero de Alicia del País de las Maravillas (escrito por Charles Lutwidge Dodgson) iba a formar parte de mi vida…
Y así fue durante muchos años hasta cuando lo declararon loco por culpa del mercurio empleado en la fabricación de los sombreros de fieltro y, como no es lo mismo genio que loco mercurial, el sombrero mereció compasión y el tóxico mereció inquietud.

La tragedia de minamata
Estos registros son problemas subdesarrollados cuando nos atrevamos a escudriñar la gran tragedia de Minamata.

La tragedia empezó en forma extraña, al comienzo de los cincuentas, en circunstancias que recuerdan las profecías del Antiguo Testamento: los peces flotaban sobre la superficie del mar, las mareas dejaban en las playas enormes cantidades de almejas y otros moluscos muertos: los gatos contraían un misterioso “mal danzante” que los empujaba a echarse al mar como suicidas.

Después de muchos diagnósticos desafortunados, el Dr. Hajime Hoskawa, japonés, acertó al afirmar que era “hidrargirismo” o envenenamiento por mercurio, causado por comer pescado y mariscos que contenían mercurio procedente de la bahía de Minamata.

Mineros de ataco
Definitivamente un ciudadano común y corriente tiene su vida marcada por el hidrargirium.

Los tolimenses disfrutaban de una paz ganada en muchas violencias, cuando se les aparece una trasnacional con la amenaza del mercurio bajo el nombre de Mineros el Dorado, con la pretensión de extraer el oro del río Saldaña en Ataco con una obsoleta draga.
La amenaza tenía dimensiones especiales porque se ignoraba los impactos de la draga y del mercurio.

El grupo Ecológico de la Universidad del Tolima aceptó el reto y realizó la mayor campaña de educación ambiental que se haya realizado en Colombia, para divulgar los peligros del mercurio y las circunstancias especiales del dragado.

En los peces de la bahía de cartagena
Pero los recuerdos agradables y misteriosos de las bolitas plateadas que se escapan al intentar recogerlas, se escaparon rápidamente frente a las denuncias de German Castro Caicedo en El Tiempo de diciembre 2 de 1976, primera página, cuando afirmaban que la planta de Álcalis, ubicada en la bahía de Cartagena, estaba lanzando mercurio a las aguas desde 1971, fecha de su instalación.

En esa forma se estaba destapando una gran olla tóxica de antecedentes y repercusiones internacionales. Ocurría que el Comité de Información Ambiental de Cartagena había recogido en el mes de septiembre nueve kilos y 600 gramos de mercurio metálico, en un sondeo en el vertedero de la fábrica. Y en las aguas del Caño Casimiro – que recoge el agua del vertedero - se encontró la escandalosa concentración de 60 partes por millón, cuando la concentración aceptable del mercurio en el agua de mar es 0.1 ng/gr y en el organismo acuático la concentración normal no excede de 200 ng/gr.

Alberto Donadío reveló estos parámetros y calculó las muestras de agua analizadas que contenían 0.3 a 4.5 partes por millón, cuando el nivel de tolerancia al mercurio en el pescado para consumo humano es de 0.5 ppm.

Del mar a la cadena alimenticia
Igualmente, la revelación fue más alarmante cuando se denunció a la ciudadanía cómo se convierte el mercurio metálico en metil-mercurio y como se acumula en la cadena alimentaria: ocurre que los microrganismos que viven en los sedimentos marinos transforman el mercurio metálico en metil-mercurio y los seres vivos los acumulan y transportan a través de las cadenas alimentarias y cuando llegan al hombre, el portador puede tener 500.000 veces más que el contenido en el agua, como ocurrió con la enfermedad de Minamata en Japón.

En los consultorios odontológicos
Pero no todo fueron emociones mercuriales, descubrir que llevamos la carga tóxica en la boca fue tenebroso: para curar las caries -en los pueblos- era necesario hacer un programa complicadísimo para aprovechar la visita esporádica de un odontólogo, superpuesta con las vacaciones escolares de los internos en colegios de otros pueblos más desarrollados y todo lo que había que hacer en vacaciones.

Pero era higiénico y machista abrirle la boca a la fresa, quedarse quieto, no quejarse y volver al otro día. Y en ese acto de “hombres” nos colocaban las amalgamas como material de obturación y estas liberan mercurio.

Se consideraba que pequeñas cantidades no causaban daños, sin embargo, el Dr. Arturo O´byrne, desde Cali, nos entregó evidencias documentadas… de como mínimas cantidades de un tóxico que actúen por tiempo prolongado puede producir efectos similares que concentraciones mayores por corto tiempo. Pero el mayor peligro de estas disociaciones consiste en que el mercurio liberado se acumula en las zonas vecinas del sitio de obturación y se incorporan a los procesos metabólicos. Se han encontrado hasta 1200 ppm en la punta de la raíz de un diente o un ápice, en la región periapical y en las piezas dentarias que contienen amalgama; y se considera que más de 50 ppm ocasionan lesiones tóxicas en el organismo.

Y todo aquello que comenzó como una aventura más de vacaciones, nos convirtió en portadores de nuestra propia intoxicación, hasta que como los sombrereros cargaremos con nuestra locura.

El mercurio en la subienda
Según Barry Conmoner –profesor de la Universidad de Washington- media libra de mercurio es suficiente para contaminar 10 millones de libras de pescado… y entrevistamos a mineros del Río Nare que compran una libra de mercurio cada vez, porque sus residuos se pierden aguas abajo hasta desembocar en el Río Magdalena: por donde desemboca la subienda.

Nunca se sabrá de las grandes cantidades de mercurio que bajaron y bajan por los ríos de la Costa del Pacífico Colombiano, ni de las cantidades ocultas en los sedimentos de los ríos Cauca, ni de las cantidades que están contaminando el Amazonas, ignoraremos los pescadores de oro que inhalaban mercurio al momento de entregarlo mientras lo calentaban en un mechero, ocultaremos a los pescadores de la Bahía de Cartagena muertos en las redes mercuriales, buscaremos a los cientos de Monak que comieron semillas tratadas, rastrearemos a los que andan por allí con el temblor mercurial de los azogados y como el sombrerero loco de Alicia en el país de las maravillas, diremos: - Pido perdón a vuestra majestad por haber traído esto…
El articulo original fue publicado en la revista de la Universidad del Tolima, Humanidades y Ciencias Sociales; “El Mercurio en la Vida de un Ciudadano” en marzo de 1992.

Credito
EL NUEVO DÍA

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