Los armadillos o encubertados

TOMADA DE INTERNET - EL NUEVO DÍA
El Descubrimiento de América trajo consigo esa zoología y esa botánica maravillosas que creyeron encontrar en las tierras del Nuevo Mundo los ojos azorados y afanosos de los descubridores y conquistadores

Cuando uno nace en los montes costeños, arrastra en los cromosomas mucha información, aparentemente desordenada, que dependiendo de páginas aun no descifradas, hacen apariciones sorpresivas, que para bien o para mal, ameritan reflexiones.

Es muy probable que cada unidad genética venga con sellos al mundo vivo derivadas del no vivo, que podrían convertirse en tendencias, gustos, afinidades, que se convertirán en obsesiones o premoniciones que podrían definir destinos individuales y, de pronto, con marcaciones especiales, que aunque les cambiemos de nombres, nos acompañarán en ambientes, facilidades, dimensiones y logros a los cuales pondremos nombres raros.

Los sitios en donde uno nace aportan genes, momentos, destinos y diseños ya construidos.

Es por ello que afirmamos que en esos primeros entramados vienen muchas construcciones. Entre mis primeros recuerdos tengo enredadas impresiones fetales con los armadillos, y son realidades que adquieren frecuentes vivencias y materializaciones que marcan territorios y espacios históricos mas allá de las coincidencias. Yo, aun niño, recibí de regalo un armadillito como señal campesina de cariño, compañía, afecto, y quién sabe de qué otros señalamientos cósmicos.

Creo que mis primeros recuerdos somáticos pueden estar marcados por esos años en el monte, con expresiones intensas y frecuentes, como la militancia ambiental.

Los autores de antaño con su excelente lenguaje nos trazaron unas narraciones con un sabor muy especial como el descrito por Agustín Zapata Gollán en su libro ‘Mito y Superstición en la Conquista de América’:

“Los encubertados”

Oviedo fue, quizá, el primero en describir los armadillos que llama gráficamente encubertados. “Los encubertados -dice- son animales mucho que ver y muy extraños a la vista de los chripstianos y muy diferentes a todos los que se han visto en otras partes del mundo y en estas, y a ninguno se pueden comparar sino con los caballos encubertados. Estos son animales de quatro pies, e cubiertos todo de una cobertura o pellejo de una sola concha durísima, de color pardo claro, e por debaxo de aquella concha salen las piernas e la cola, e en su lugar sale la cabeça e pescueço. Finalmente es de la manera de un corsier con bardas, e del tamaño de un perrillo gozque o pondenco pequeño. La cola es de más de un palmo, e al cabo muy delgada, e el hoçico luengo, e las uñas hendidas dos veçes de manera que le queda fecho tres partes cada pie o mano, e la uña del medio es algo mayor que las otras, e todas tres agudas: e con aquellas cavan tan a priesa, que ha de ser gran cavador el peón que cavase tanto como este animal yra mirando en tierra sana, aunque allí ninguna cueva tenga, por poco comienço o agujero que halla prinçipiado”. Luego elogia su exquisito sabor: “Son excelente manjar”, y agrega: “Yo he comido algunas veçes, e son mejores que cabritos en el sabor, e es manjar sano.” Por último, refiriéndose a la extraña armazón que le cubre y por la cual les ha dado el nombre dice: “No podría dexar de sospecharse, si aqueste animal se oviera visto donde los primeros caballos encubertados ovieron origen, sino que de la vista destos animales se avía aprendido la forma de las encubiertas para los caballos de armas.”

Los tatú

Hans Staden describe el tatú, una de las especies de armadillos en los siguientes términos: “Es poco más o menos como de un geme de alto y largo como un geme y medio; esta escudado en todo el derredor del cuerpo, solo en el vientre no tiene nada. La coraza es como cuerno; cierra entre sí con articulaciones como arnés; tiene una larga boquita puntiaguda, una cola larga, anda con placer en redor de peñascos rocosos; su alimento es hormigas, tiene carne gorda; muchas veces he comido de ella”.

Las Mulitas

Los “encubertados” de Oviedo en Lozano ya se llaman “armadillos” y entre ellos enumera los quirquinchos, y las mulitas, bolitas o tatús. “Es todo diferente de cuantos animales conoció el orbe antiguo, escribe Lozano como si tuviera a mano la obra de Oviedo, pero sin él se hubiera visto, continúa, se pudiera creer haber sido el ejemplar para idear los caballos corazas, porque dentro de una concha fuerte, oculta todo su cuerpo como la tortuga; más está la concha en tal disposición, que parece formada de diversas laminas, que trabadas entre sí, dan lugar a que pueda jugar con ellas a su favor; pues cuando le conviene para su defensa, sabe encerrarse todo dentro de ellas formando, al modo de erizo, una bola, tan bien cerrada que no bastan fuerzas humanas para abrirla, ni hay otra traza para desenvolver aquel globo, que aplicarle al fuego, porque solo su calor intenso obliga al armadillo a manifestarse a desunir la concha”.

El quirquincho

Refiriéndose el cronista al ardid de que se vale el quirquincho “para hacer presa en los animales que le exceden mucho en la corpulencia”, dice que en días de lluvia se pone boca arriba y recoge el agua en su caparazón como una vasija, y así se queda, después de que ha pasado la lluvia, un día entero, hasta que ahí acierta a pasar algún venado o ciervo, que acude a mitigar la sed en el agua que guarda en su concha que se apresura a cerrarla apretándole el hocico hasta verle muerto por asfixia, que es el momento en que lo suela para alimentarse de su carne”.

Credito
EL NUEVO DÍA

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