La magia de ser niño

La magia de ser niño o simplemente de disfrutar todo sin pensar en nada más que el presente….

¿Cuándo dejamos de soñar? en qué momento los ojos radiantes del asombro, del gusto por aprender, de descubrir se desdibujan… y hago referencia a ese niño que ingresa a la escuela con el deseo de aprender, de descubrir; todos llegan al colegio con un maletín adaptado al tamaño de su cuerpecito, sin duda muy diferente al adolescente de Once, que solo cuenta las horas, minutos y hasta segundos para que se acabe la tediosa clase de cualquier asignatura.

En qué momento desaparece esta magia, “El asombro, es el deseo para el conocimiento, decía Tomás de Aquino”, y esto es lo que sucede en las aulas, donde se pierde el interés no solo de aprender, sino el de educar, lo que genera un desconcierto en el sector educativo que trasciende a una sociedad que vive diariamente conflictos ocasionados por jóvenes en todo sitio y lugar, incluso frente a las celebraciones de un partido de fútbol, donde sale a la vista la necesidad de un sentido de vida y la recuperación de los valores.

La inocencia parece desvanecer porque mientras en sus hogares quedan al cuidado del vecino o bajo el tutor llamado televisor o Internet, en la calle son esperados por grupos de delincuentes, pandillas o jóvenes vendedores de droga que dicen ser sus amigos. Pero si esto ocurre en los hogares, las escuelas asumen que todos los estudiantes están en las mismas condiciones y que es problema de las familias razón por la que hoy el docente no tiene mayor preocupación que brindar conceptos olvidándose de su papel de formador y rotulando a sus educandos ocasionando el planteamiento de Miguel Ángel Santos Guerra, “al que le ponemos la etiqueta del “tu no vales”, acaba no valiendo”.

La necesidad de una reforma educativa se hace evidente en todos los escenarios; el panorama de las Normales, un gran dilema que requiere un proceso de investigación en la que se hace indispensable analizar la formación de los Normalistas Superiores, pero sobre todo saber si quienes se forman cuentan con esa vocación tan propia del maestro que lidera, ejecuta y crea en sus estudiantes ese espíritu de búsqueda del saber, del saber hacer y sobre todo del ser. Quitar la cortina y vivenciar el verdadero problema ayudaría mucho, porque no es solución que los jóvenes de cualquier modalidad académica que no encuentran más opción terminen de educadores y genere un problema social y pedagógico que nadie se atreve a expresar.

Pero el tema se acrecienta con la participación de otras profesiones en la evaluación de méritos que sigue afectado la educación pública, porque el sector privado tiene claro que nadie está mejor preparado para asumir este oficio que los normalistas o licenciados. Sin embargo la mirada del Ministerio de educación que aclama mejor calidad educativa no brinda las condiciones para que este clamado sea real.

Es indispensable que los educadores, no esperemos soluciones desde el Ministerio de Educación, porque desde las oficinas no se puede conocer la realidad del aula de clase, sino que sea desde esta que se creen procesos innovadores para transformar los procesos en busca de mejorar no la política de calidad educativa, sino la sociedad, la convivencia ayudando a que esos niños llenos de ilusiones no dejen de sentirlas y que vivan día a día nuevamente la alegría y la magia de ser niño.

 

Comentarios